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lunes, 14 de marzo de 2016

La Tarara

“La Tarara, sí; 
la tarara, no; 
la Tarara, niña, 
que la he visto yo. 

Lleva la Tarara 
un vestido verde 
lleno de volantes 
y de cascabeles...” 

Federico García Lorca
La Tarara

Lunares, corazones, lana de oro… Ahí yo.
Así empezaba este post y me han venido a la mente estos versos de Lorca de La Tarara. Y debe ser cosa de la edad que te vienen rayos de antaño a la mente. Fugaces pero tan nítidos que parece que no hubieran pasado treinta años desde entonces.
De niña, muy niña, tenía un libro de relatos y poesía que leía y releía en voz alta en mi cuarto. Me encantaba La Tarara. Me imaginaba con el vestido de volantes, de lunares seguro. Por ese recuerdo supongo que ahora he vuelto a visualizarme recitando libro en mano y seguramente con algún que otro disfraz de faralaes.

Cuando Antonia nos propuso repetir la lectura y labor por tercera vez dijimos que sí. Pero cuando dijo que su intención era que fuera de poesía, el SÍ fue así en mayúsculas. Porque la poesía es parte de mí, de mi vida, de mis recuerdos, de mi futuro. Porque los versos llevan intrínsecos la calma, desde niña ya lo veis.

Así pasamos la mañana del sábado. En el claustro de la Biblioteca, de los lugares con la luz más maravillosa de nuestra ciudad, rodeadas de tejedoras labor en mano y de poetas con sus versos preparados. Emoción a flor de piel viendo la concentración de unas, los ojos cerrados de otros. El sosiego al que nos transportó Josep María Nogueras, el poeta de guerrilla desde ya. Porque en su humildad nos regaló la paz de sus versos. Nos deleitó con sus inéditos, probando la emoción de esas palabras por primera vez. Leímos sus poemas, otras voces a sus vivencias. Compartimos un tiempo tan placentero que se hizo terriblemente breve.

Pensamos en lo mágico que sería que, cada noche tejiendo bajo la lámpara, tuviéramos a nuestra vera al poeta que nos recitara como el sábado. Que nos hiciera parar de contar, de repetir el punto que toca, para analizar ese verso que nos ha dado la punzada en el estómago. Y seguir. Seguir porque nada se para. Todo sigue acumulándose en nuestra memoria.

La memoria es un perro ladrando a medianoche,
un faro entre la bruma frente al mar,
un grifo que gotea sobre los platos sucios.

Circula el tiempo bajo nuestra piel;
en nuestra piel dibujan los años su tatuaje,
su rosa de nostalgia.

La memoria nos salva, y a la vez nos condena,
cuando el pasado vuelve y brillan los recuerdos
en el presente oscuro.

Contra el olvido habla la voz de la memoria,
rescata lo perdido del corazón del hombre.

Y el hombre ríe y llora junto al fuego,
mientras la nieve cae.

Somos trenes cargados de memoria
viajando hacia el futuro.

Josep María Nogueras
Memoria
El tiempo de los árboles (Pre-Textos 2003)

Lo dicho: “somos trenes cargados de memoria viajando hacia el futuro”. Gràcies, Josep Maria. Llevamos el tren un poquito más felizmente cargado desde el sábado. 

6 comentarios:

  1. M'encanta la cita! Quina pena haver-m'ho perdut!

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    1. La propera marcarà el teu horari, hi has de ser!!!!! muà!

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  2. Que recuerdos de la infancia recordar esos versos!!! gracias por refrescar mi memoria y creo que la de mucha gente.

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    1. No sabes cuanto agradezco tu comentario. Es cierto que cuando releo esos versos, cada vez, me viene a mi mente: yo misma en mi cuarto recitándolos y cantando la tarara. Si contaros esto hace que también tod@s vosotr@s lo revivais, me haces feliz feliz feliz. Gracias, de verdad, por tu comentario. Gracias!!!! Un abrazo ;)

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