Tener familia en Cardona hace que siempre hayamos
escuchado historias sobre el famoso octubre del 64. Otoño en el que desembarcó
en el pueblo minero una troupe de americanos liderados por el mismísimo Orson
Welles. No estuvieron allí más de dos semanas; pero los siete mil habitantes
de la zona, por aquel entonces, se volcaron en el rodaje de Campanadas a medianoche.
El Sr. Welles, director y actor
de la aclamada película shakesperiana, llenó de versos la
colegiata de Sant Vicenç. El film
trata de la amistad, la nostalgia, el paso del tiempo, esas campanas que llaman
a los muertos… a través de Falstaff, amigo fiel del futuro Enrique V. Se
mezclan en ella, en imágenes en blanco y negro, las obras de Shakespeare: Enrique IV, Enrique V, Ricardo II y Las alegres comadres de Windsor. Conocida
ya la pasión del director por el genio británico, su amor por las Europas y su
abandono del mundo americano debido a sus excentricidades.
La película fue grabada dentro de
la fortaleza.
Más concretamente en la
Colegiata que este octubre de 2016 ha recibido el reconocimiento con
una placa de la EFA (Academia del Cine Europeo). Ha sido condecorada con la categoría
de Tesoro
de la Cultura Cinematográfica Europea, firmada ni más ni menos que por Wim
Wenders. Placa que tan solo tienen 7 emplazamientos más en todo el continente.
Para acabar de redondear el festejo se han expuesto, en el lugar
exacto donde se grabó, unas fotos de la gran Colita. Se dice, se comenta, que la
barcelonesa tuvo el privilegio de fotografiar el rodaje. Lo que no se dice es
que una vez allí con el encargo de Fotogramas, Don Orson le dijo que le daba media hora, luego debía irse.
Grandes fotos, aunque breves, en esos treinta minutos que pudo ponerse tras el
objetivo y disparar el flash.
Colita |
Cuando empiezas a tirar del hilo
se destejen historias vividas hace más de cincuenta años por esos espectadores
anónimos. Anónimos a los que nosotros ponemos nombre y rostro. Anónimos que nos
desvelan secretos y curiosidades que hacen que mantengamos vivo ese cariño a
Welles con el paso de los años. Nos cuentan que la peluquera del pueblo cobró
la friolera entonces de 5000 pesetas por peinar a los protagonistas. Comentan
cómo el director pidió un whisky y cuál fue su decepción al saber que el pueblo
no tenía tal licor, desde entonces nunca más ha faltado. Explican que
el americano proclamó no entender cómo en un país de Paradores como era España,
Cardona no tuviera el suyo
mereciéndolo. Ahí empezaron los trámites para el mismo, inaugurándose doce años
después, en 1976.
Recuerdan con cariño al abulense
director de casting que eligió a los extras. El que rondaba por el pueblo con
las peticiones más estrambóticas del cineasta. Ahí entra en acción nuestra
familia. Nuestro tío contaba con 13 años, y antes de convertirse en minero,
estuvo de camarero en el mítico bar El Turista. Ese octubre recibieron la visita
del de Ávila solicitando un buen plato de perdices para el director. Conocida
la caza en la zona, deseaba catar el plato. Les dio la mañana para la cocina y
les envió un coche, desde lo más alto del pueblo, que los recogió a mediodía con
la cazuela humeante. Juan José y su compañero, dos niños por aquel entonces,
recuerdan subir al coche que impregnaron con el olor de ese buen guiso. Una vez
en el castillo, recibieron una propina de 200 pesetas y la suerte de quedarse
en el rodaje. Piel de gallina escuchando cómo estuvieron allí entre cámaras y
claquetas. Cómo pasearon por esa colegiata con las perdices calientes, entre
Welles o Fernando Rey. ¡Impresionantes relatos! Emocionados todos ellos cuando
recuerdan los hechos, recuperan fotografías, o remiran la película y reconocen
escenas grabadas con su presencia tras la silla principal del DIRECTOR.
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