El gato: protagonista en múltiples relatos a lo largo de la historia de la
literatura. Para muchos de nosotros también, el gato ha escrito cientos de
páginas de recuerdos. En este año que dejamos atrás he despedido al que fue mi
protagonista durante 10 años. Obi se fue y convirtió este 2016 en una tragedia
no esperada, no pensada, ni imaginada jamás de los jamases. Se fue, y con él el
felino hecho dulzura. Ya no está, pero sigue y seguirá escribiendo historia.
Quería que el último post del año del Atelier fuera sobre ellos. En memoria a
mi panecillo, sobre todo a nuestras horas de lectura. A mis noches bajo la luz
tenue de la lamparita y el arrullo de su ronroneo, mientras pasaba una
página tras otra. Como yo ha habido numerosos personajes que han compartido sus
horas de lectura y escritura junto a sus bigotes. Conocida la pasión de Hemingway
por sus gatos de seis dedos, y cómo no cesó en el cuidado de gatitos con la misma singularidad. Julio
Cortázar también descubrió su conexión con ellos y desde el primer felino en su hogar
no dejó de vivirlos y de hacerlos aparecer también en sus historias. O Bukowski,
quien llegada la vejez se sorprendió por su adoración a estos cuatro patas
y les dedicó múltiples poemas y relatos. No hace falta decir cómo el
gato ha sido imprescindible en tantas obras como Alicia
en el País de las Maravillas de Carroll, El
gato negro de Edgar Allan Poe o en cuentos clásicos como El gato con botas
de Perrault. Podríamos seguir haciendo la lista infinitamente.
Las últimas semanas The Guardian o El País han hecho sus selecciones de lecturas gatunas. Me ha hecho gracia por tener el post pensado hace un par de meses, pero igualmente os dejo aquí mi modesta lista. La selección se centra en mis tres títulos preferidos. Tres libros
que me han hecho disfrutar del gato en estado puro. Tal vez no sean los
mejores, no sean los únicos, pero son los míos. Lecturas que han hecho que las
pezuñitas se adentren en las páginas y salten a la imaginación, páginas felinas
escritas para amantes de los gatos y para aquellos que deseen conocerlos sin
tenerlos cerca.
“Igual que un barco de vapor es incapaz de ponerse en marcha sin carbón, lo mismo le sucede a un poeta: no es nadie sin el frenesí mental causado por una buena subida repentina de sangre a la cocorota. Si, por alguna circunstancia, no consiguen que eso suceda, inmediatamente se convierten en seres corrientes y molientes sin otro quehacer en la vida que el de comer y quedarse de brazos cruzados mirando al techo”
Sōseki, Natsume.
Soy un gato (2010)
El gato sin nombre que habla y habla por los codos, ¡hasta de los poetas habla!. Pero lo hace para
nosotros, los lectores, y no para sus dueños. De ellos, eso sí, lo sabemos todo
porque él nos explica el carácter, los hábitos, la vida y a su vez el
reflejo de la sociedad japonesa de principios del S.XX. Una sociedad de la era
Meijei con su filosofía de vida y sus contradicciones. El maestro amo del gato,
el vecino empresario o el cómico. Sus charlas, sus trifulcas y la ironía que es
capaz de captar el felino y relatar de la mejor manera posible. Un libro
editado por Impedimenta
de manera brillante y traducido a cuatro manos por Fernando Cordobés y Yoko
Ogihara. Casi 700 páginas que la sumergen a una en la historia y hacen que la viva
a través de la mirada del felino. Primer libro publicado por Sōseki en 1905,
brutal descripción de la sátira burguesa de la época relatada por un sin nombre
famoso en el vecindario. De esos libros que terminan y necesitas que siga explicándote, que no acabe nunca.
“Los gatos observan durante horas las criaturas, las actividades y las acciones que les resultan desconocidas. Si alguien hace una cama, barre el suelo, prepara o deshace una maleta, cose, hace punto…, lo que sea, ellos miran. Pero ¿qué verán? Hace un par de semanas, la gata negra y un par de gatitos permanecieron en medio de la habitación contemplando cómo yo cortaba una tela. Observaban el movimiento de las tijeras, el de mi mano, la forma en que yo amontonaba los retazos. Estuvieron absortos toda la mañana. Pero supongo que no ven lo que nosotros nos imaginamos. ¿Qué verá, por ejemplo, la gata gris cuando contempla media hora las motas de polvo en un haz de luz? ¿O cuando mira cómo se mueven las hojas del árbol al otro lado de la ventana? ¿O cuando alza la vista hacia la luna por encima de las chimeneas?”
Lessing, Doris. Gatos ilustres (2016)
Doris Lessing creció y se crio en una granja africana, paraje que le
concedió la vida para descubrir y amar el carácter loco y aventurero de los
gatos. En 1967 escribió la novela-autobiográfica Gatos ilustres y llegó a mis manos en su magnífica reedición de este
año por Lumen.
Digo magnífica porque es un libro de colección con encuadernación brillante e
ilustraciones interiores de Joana Santamans. Narra las vidas gatunas que
pasaron por sus años humanos. Sus primeros gatos en la granja, los salvajes.
Sus gatas en Londres, su ir y venir, su criar, su observar. Su mirar con
detenimiento las palomas, las motas de polvo, el movimiento de la luz. Ese
ensimismamiento de los gatitos, que sabes que miran más allá. Que no solo ven donde
apuntan nuestros ojos, ellos ven a través. Segura estoy y Lessing lo narra de manera mágica, como solo ella sabe hacerlo.
“Ser capaz de este todo,
tener la vocación de este abandono,
la ausencia del gato,
la maravilla dormida de un felino al sol,
y el hueso de la músicametido en las entrañas.”
Jaramillo,
Darío. Gatos (2005)
Este poeta colombiano escribió en 2005 un poemario, para la editorial Pre-textos, dedicado a
los felinos. Un conjunto de versos sobre la divinidad de los gatos, sobre su
silencio, su danza en la oscuridad. Seres enviados para ayudar a los
humanos, para darnos paz, para aportarnos la música que nos enseñe a estar
solos, como ellos. Tras leer este Gatos, una afirma en cada verso con la cabeza y no tiene dudas en decir que Jaramillo es su poeta gatuno.
Tres títulos, reseñados brevemente, por si alguien en la sala no sabe
qué pedir a los Reyes Magos. Para mí es siempre una delicia poder leer
historias que incluyan a estos animalillos en sus líneas. Páginas donde una
vibre con el ronroneo, sienta su roce en las piernas, su caricia en la cara,
esa mirada que te habla y te dice bien flojito: todo lo entiendo.
Acaba el 2016 y Vic ilumina mi mirada, tras la gran tragedia. Hay que
instruirla para que sea junto a mí una gran lectora, tejedora, ronroneadora… porque
la mirada de que todo lo entiende ya la tiene.
Quin gustàs de post!
ResponderEliminarEls gatets són la gran absència de la meva vida tot i que em fascinen!
Com m'agrada llegit-te! Aprenc i disfruto!
Obi has estat un gatet feliç amb la teva humana que ha après del teu esperit! M'ha encantat coneixer de tu un temps!
En quant puguis venir a axuxar la terremoto vineeeeeee!!! M'encanta que t'encanti! Ara estic liada amb el post que et vaig prometre i a veure si sé complir!!!! T'estimoooo miiiiiiil
EliminarAvui no he estat la primera pero m'ha agradat molt! Ja saps que jo tinc gos però no descarto arribar a tenir un miaulador a la meva vida! Preciós post com sempre
ResponderEliminarTant és que no siguis la primera, sé que hi ets i que llegeixes i això m'omple no saps com!!!!! Un miolador us faria mega feliçooooooos amb el Tobogan!!!!!!
EliminarNi loooooca de moment
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