INICIO




lunes, 3 de julio de 2017

El recuerdo de lo excluido

Ninguno de sus seis hijos se interesó, ni tampoco los nietos que por aquel entonces tenían uso de razón estructurado. Nadie tomó conciencia ni tuvo el firme propósito de conocer el exilio familiar. Mi abuelo paterno, Modesto, huyó de la Guerra Civil y se refugió en Francia. Y ese país me queda grandioso sin saber dónde estuvo, qué hizo, si escribió a mi abuela desde allí, si queda constancia de toda esa vivencia. Nadie sabe nada. Y la de las preguntas, la niñita melancólica del baúl de los recuerdos, llegó tarde.

Cuando leí las cartas de Ana María Moix a Rosa Chacel, pensé en mi abuelo. Si él también debía tener esa sensación de desamparo, de querer saber de su país, de su gente. De sentirse abandonado por sus orígenes como ella. Si habría escrito a su familia al Pirineo, o tal vez lo hubiera dejado en unas páginas que nunca envió. Esas Cartas a Rosa Chacel se convirtieron en el mejor libro para conocer a la pucelana. Llegar de su mano a la visión de un exiliado y, sobre todo, de la gente que se quedaba aquí y le transmitía la dura situación que vivía. Henry Kamen, en sus numerosos estudios sobre los exiliados españoles, siempre dice que fue el país quien perdió cultura con tantas despedidas. Que fueron las nuevas tierras receptoras de los mismos los que ganaron con ellos. Porque se nos fue la sabiduría y lo que hizo fue absorber la del nuevo destino, sumergiéndose y siguiendo de lleno en sus carreras, estuvieran donde estuvieran, aun sintiendo el anhelo y la nostalgia de todo aquello perdido.


La guerra, en la mayoría de ocasiones, es la causante de tales huidas. Esa opresión es la que fuerza el abandono y llena las maletas para intentar recobrar la vida y la normalidad fuera de las fronteras familiares. Así lo vivió Mascha Kaléko. Mujer, judía, alemana y poeta, mala combinación en tiempos del Nazismo. En Tres maneras de estar sola narra en verso esa nostalgia hacia las calles berlinesas. Cómo a su vuelta, tras tantos años de expulsión, se siente forastera donde antaño reconocía hasta el vuelo de los gorriones. Esa dureza del retorno, y aún más de la estancia en el exterior, hace que muchas veces, como relataba W.G. Sebald en Los emigrados, se cambien los recuerdos. De ciertos momentos vividos uno consiga que desaparezcan hasta las personas de las instantáneas, antes acomodadas en la memoria de manera tan distinta, posteriormente con otro color que el tiempo y la distancia han modificado.

Y todo esto es porque Lurdes se va. Y no se va a otro país, ni hay una guerra, ni se perderá el contacto, ni hará falta que escribamos cartas ni enviemos palomas mensajeras. Tampoco se va tan lejos, pero se va. No nos damos cuenta de la importancia de las miradas entre prisas, de todo lo que no se ha dicho, de los momentos que no se han aprovechado. No nos damos cuenta hasta que sabemos que no encontraremos la mirada en el pasillo. Entonces lo sabremos, cuando la busquemos. Estará bien donde esté. Ella lo sabe. Como Jhumpa Lahiri nos cuenta siempre en sus relatos, de la India a New York, que es capaz de trasladar consigo el olor a comino y la imagen del sari allí donde vaya. Ella hará lo mismo, por eso este chal. Para que se lleve un trocito de lo vivido aquí.

Un patrón muy sencillo, todo en punto bobo y tejido con las calidades Sur y Nacar de Lanas Stop. Un dibujo geométrico, cuadriculado, ordenado, como nosotras. Para que no olvide nunca donde pasó estos años, para que no desdibuje las caras como los emigrados alpinos, para que no viva la nostalgia de encontrarse al otro lado del charco, para que no se sienta extranjera cuando vuelva. Porque no es un exilio, es una vida nueva que será aún más placentera, seguro. He aquí el chal terminado a la velocidad del rayo, con un final de curso de por medio y un adiós tejido entre algodones. Sin olvidar que, tal vez sea cierto aquello que afirmó Simone Weil, “el pertenecer a un lugar quizá sea la mayor y menos reconocida necesidad del alma humana”. 


Título del post extraído del artículo publicado en El País por Tomás Eloy Martínez, "Sebald o el lugar de la conciencia".

2 comentarios:

  1. Quin record més maco s'enporta la teva amiga, un xal preciós i aquest post tan bonic!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gràcies, bonica. Ja saps que és la nostra millor manera de demostrar moltes coses, amb el fil. I les paraules acompanyen encara més. Besitos

      Eliminar