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lunes, 18 de septiembre de 2017

Nunca vuelven las gotas

Luque, Aurora. "Cernudiana" de Problemas de doblaje.

No quitamos de los álbumes las fotos de los muertos, no borramos sus números de teléfono de las agendas, quedan inmóviles como si no quisiéramos creer que ya no vuelven. Acumulamos desamparos, que diría Sara Herrera Peralta, apuntando en una lista los que se van. Seguimos recordando sus cumpleaños, contando los que cumplirían si estuvieran aquí. Lloramos siempre en los aniversarios de su pérdida, porque ese día están con nosotros más que los anteriores, porque regresan para traernos los mejores recuerdos a los ojos. Es ahí donde sentimos la nostalgia del tomillo, del cielo de los llanos de la Larri, de los ositos de azúcar o de los miaus más dulces del planeta. Es ahí cuando nos preguntamos, como Vilariño, “qué fue de la vida / qué / qué podrida manzana / qué sobra / qué deshecho.” La vida ha seguido con nosotros aquí, pero sin ellos.

Una aprendió ya de niña a despedirse. Si eso llega a aprenderse. Con los años comprendió que hay ocasiones en las que también se marchan vivos para no volver, sin morirse. Practicó el arte del adiós como quien amasa el pan, porque al dolor también hay que darle para eliminar los grumos. Supo que parten para siempre y se dijo un día, y no en la primera pérdida, que debía decir te quiero sin miedo pero con prisa. Hubo veces en las que no pudo despedirse… las muertes trágicas, las que sorprenden… no te dejan. Esas te privan del último te necesito, dejándote huérfana de palabras porque ya no hay quien las escuche. Por eso hay que compartir las milésimas de segundo, hay que aprovechar desayunos y  meriendas, miradas furtivas y sonrisas, porque las gotas nunca vuelven a su vuelo en la nube. La metáfora de Luque lo dice todo, golpea y duele porque atraviesa.

Cuentas doce años de una, tres años de otro… uno sin Obi. Qué más da si animales o personas, cuando se quiere eso no importa. Cuando existe el pensamiento, la herencia de una risa, la caricia de tantos momentos irrepetibles pero inolvidables. Cuando te traen recuerdos las calabazas, la forma de las nubes, la escena de una película, exprimir limones o comprar la uva. Entonces te preguntas como hizo Milena Busquets¿Seguirá allí el mismo mar, a pesar de tu ausencia? ¿O se habrá replegado sobre sí mismo hasta hacerse tan pequeño como una servilleta pulcramente doblada y te lo habrás llevado también, metido en el bolsillo?” Y la respuesta es que el mar permanece en su sitio, sin ellos, el oleaje y la brisa ahí siguen.

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