Leonora
Carrington tejió una amistad indestructible con Remedios
Varo. Ambas intentaron ser libres dentro de su mundo, saltando entre el
surrealismo y haciéndose fuertes ante la locura. Siempre una por la otra,
enlazando el hilo invisible. Tejiendo el manto terrestre de la mano.
Elena
Dmítrievna Diákonova (Gala Dalí) tenía como ejemplo a seguir a su amiga Marina
Tsvetáieva. Por ese: “seguir su camino”, luchó constantemente por
mantener viva su amistad. Porque Gala era romántica y apasionada, necesitaba amar
y sentirse amada; así era capaz de mover montañas.
Rosa
Chacel mantuvo correspondencia durante años con Ana
María Moix. Nada se logra atender tanto tiempo si no es correspondido, si
no es beneficioso, si no es enriquecedor. Forjaron una relación epistolar que
hizo que fueran necesarias una de la otra. El contarse, el compartir, el estar,
el abrir el buzón y sonreír por encontrarse de nuevo.
No pararía. Podría seguir enumerando complicidades entre
ellas, amistades de hilo y oro. Hilo por lo interminable, por los nudos, por la
calidez. Oro por la fuerza, por el brillo, por el valor. Muchas han sido las
artistas, escritoras, junto a las mujeres de a pie las que han cumplido con la sororidad
que llevamos en herencia. Porque nos sale de dentro el necesitar a otras
mujeres, el tomar ejemplo, el querer contar, la urgencia de corroborar, la
exquisitez de nunca sentirse juzgadas sino queridas. Ellas existen, suerte
tenemos las que somos capaces de identificarlas y retenerlas egoístamente a
nuestro lado.
No todas sirven. Leonora y Remedios le llamaron el hilo
invisible. Así es. Y si ese hilo se rompe es que no era ella. Solo estaba de
paso. Las reales, las Remedios, las Marinas, las Anas, son las que se quedan
ante los lloros, las risas, el desespero, la emoción, las pérdidas de peso o de
aviones. Las que se quedan. Aquellas que ocurra lo que ocurra permanecen al
otro lado. Del teléfono, del mail, de una postal, de los kilómetros, de los
abrazos.
Soy de abrazos. Ellas lo saben. Porque transmiten la pasión,
la intensidad, pero también el miedo. Porque recogen la energía de quien te lo
regala, luego la almacenas y la dosificas. Estoy segura de que Leonora, Gala o
Rosa, abrazaban y también memorizaban la huella de los brazos.
¿Y qué hay además de los abrazos que pueda transmitir todo
eso? Desde niña lo pensaba y siempre repetía lo mismo, desde niña, el ramo. Era
bien pequeña que siempre me rondaba la frase de: pues yo el ramo se lo daría a.
Porque era el símbolo de esa sororidad. Porque de niña idealizas ese momento de
princesa de cuento, la boda, que con los años puede llegar hasta doler. Siempre me repetía para quién sería mi ramo.
Como si fuera una
metáfora que enjaulara a mis mujeres, a mi amiga, como si ese pensar en “darle
el ramo” hiciera que yo misma fortaleciera un vínculo con ellas. Nunca pensé en
el regalo del ramo como: a la siguiente casadera, sino como muestra de
hermandad. Esta vez me tocó a mí. Desde el abrazo de mi Judit. Porque ella es todo lo que he dicho en las líneas anteriores. El
hilo, los brazos, la emoción, el estar, la energía, la urgencia, el ejemplo, el
no juzgar, la herencia, el todo. T’estimo, Ju.
Es precios aquest ram!!! Felicitats per rebre’l de qui t’estima!
ResponderEliminarGràcies, bonica!!!
EliminarQue bé llegir-te i que bonic!
ResponderEliminarAiixxx i què bé que em llegeixis.
EliminarEt vaig llegir al japó i ho rellegeixo ara amb els ulls vidriosos. T'estimo molt Estheri, tot i que tu perdis pes i jo perdi avions. Mua!!
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