“Nunca te fíes del artista. Fíate de la narración. La auténtica función del crítico es salvar la narración del artista que la creó.” D.H.Lawrence.
La mecenas Mabel Dogde Luhan y
su pareja, Elsie Clews Parsons, acogieron largas temporadas a artistas diversos
en la segunda casa de su propiedad en Laos. Entre ellos estuvo el escritor D.H.
Lawrence. La relación que mantuvieron fue tan increíblemente incómoda e inesperada
que Dogde la dejó plasmada en su obra Lorenzo en Taos.
Rachel
Cusk conocía la historia y el libro y quiso rendir homenaje al espíritu de
esta mujer en su Segunda
casa. Dodge, mujer libre, revolucionaria, inquieta; hubiera leído el libro
de pie de pura emoción. Esta publicación de Libros del Asteroide
te deja asombrada, despellejada, atónita ante su inteligencia. Eso, sí.
Despellejada como los conejos.
Desplumada como los pollos de L. Recuerdo de niña la de veces que había cruzado
el rellano porque nuestra vecina, Araceli, nos tenía listo el conejo de la
semana. No logro hacer memoria de si le llegaba vivo o no a su casa. Solo sé
que me enviaban a mí a recoger una bolsa de plástico transparente con un conejito
envuelto en sangre dentro. Lo aceptaba a modo de regalo y lo llevaba a nuestra
cocina. Lo comeríamos en breve. Fue ahí, creo, donde la muerte empezó a
manifestarse con su normalidad, con su agradecimiento, con su salvaje
acompañamiento y gratitud entre vecinos.
Leer a Cusk me ha devuelto ese instante.
Sin olvidar que “llega un momento en la vida en que comprendes que ya no es interesante
que el tiempo avance hacia delante; mejor dicho, que su manera de avanzar hacia
delante ha sido el pilar central de la ilusión de la vida, y que mientras
esperabas a ver qué pasaba a continuación te iba robando poco a poco todo lo
que tenías.” Porque vamos constantemente adelante y atrás, reviviendo y
esperando lo que vendrá. Recordamos y proyectamos sin cesar. Y como a L, como a
todos, nos condicionan los momentos vividos en el pasado. Nos hacen ser quienes
somos. Sea por los pollos o por los conejos.
Preguntas y más preguntas a las
que sus respuestas nos dejan heladas y acurrucadas. La relación de pareja, la necesidad
de esa “segunda casa” para tener una conciencia propia y un divertimento de
propiedad no compartida. El duelo que genera el cambio de conexión entre madres
e hijas, padres e hijas, amigas, amantes, artistas. La mutación en la manera de
tratarse también genera un proceso de dolor, hay que aprender a vivir con “los
nuevos”. La feminidad, la aceptación, el mirarse al espejo y desearse una misma
porque no hay nadie mejor. La invención de la necesidad. La creación de los
mundos paralelos útiles y extraños a la par que vitales para mantener la cordura.
¿Somos libres para todo eso? ¿Decidimos verdaderamente? “¿Por qué vivimos tan
dolorosamente en nuestras ficciones? ¿Por qué sufrimos tanto por cosas que
nosotros mismos nos hemos inventado? […] He querido ser libre toda mi vida y no
he sido capaz de liberar ni el dedo meñique del pie.” Ni el dedo meñique del
pie.
Cusk nos cuenta cómo el arte puede ser decisivo en un momento clave. Cómo puede abrir las heridas, dejarnos a la intemperie, desnudarnos ante el resto. Convertirse en el clic que nos hace falta para seguir en busca del pilar central de la ilusión de la vida. Por eso la protagonista invita a L a la segunda casa en la marisma, para que el arte ayude a desmontarlo todo. Aunque asuste. Y es que "a veces hay que asustarse para no verse arrastrado a la entropía." Asustarse para ordenarlo todo, igual que cruzábamos el rellano en busca del conejo.
Me encanta la alusión a la “segunda casa” y cómo te ha transportado a ese pasado en el que cruzabas el rellano de tu puerta para recoger al pobre conejo despellejado que tu vecina os regalaba a modo de expiación, para más tarde hacer los honores a la mesa, y servir de alimento para nutrirse y poder vivir, al igual que el artista se inmola y queda despellejado, desnudo y totalmente vulnerable, al adentrarse en esa segunda casa en la que no hay más regla que demolerlo todo y sacrificar hasta la cordura, para poder nutrirse de otro tipo de alimento que necesita imperiosamente para seguir respirando. Para intentar encontrar respuestas a las preguntas, aunque en lo más hondo de su ser intuya que no hay respuestas y que, como dice Lionel Shriver, lo único que podemos hacer es aprender a vivir con las preguntas.
ResponderEliminarComo decía, ese pequeño conejo cruzando el rellano en pos de su triste final, me ha traído a la mente al Conejo Blanco de Lewis Carrol. Ese conejo al que Alicia persigue a través de la madriguera para acabar llegando al País de las Maravillas, una “segunda casa” en la que todo lo que damos por sentado queda desmontado y pasamos a formar parte de un lugar en el que poder dar rienda suelta a nuestra ilusiones y miedos, en la que nos enfrentamos a nosotros mismos y nos convertimos en creadores del todo y de la nada. Aunque, como bien dices, nos asuste e incluso en ocasiones no entendamos nada. Y que tengamos que enfrentarnos con nuestra imagen reflejada en un viejo espejo con manchas de azogue, aterrorizados por la posibilidad de encontrarnos a Dorian Gray que nos mira imperturbable con unos ojos que son los nuestros. O peor aún, que el espejo simplemente no refleje nada.
El pasado nos persigue y el futuro nos ilusiona y asusta. Y nos pasamos el presente inventando mundos, creando, para no volvernos locos.
Ojalá siempre sigas cruzando el rellano, siendo Alicia atravesando la madriguera con un conejo despellejado, y llegando a esa “segunda casa” a la que todos anhelamos y tememos llegar. Y quedarnos, como dice la canción, en ese instante en el que la montaña rusa llega arriba, y no antes, ni después.
Un saludo.
La intención y el objetivo, Edin, es no dejar nunca de cruzar el pasillo. Me encantó, leí tu comentario en su momento y te pido disculpas por haber tardado tanto... confinamientos y esas cosas, que atendieras al conejo de Alicia tras leer el post. Siempre estamos entre esos dos mundos, aquí y abajo, intentando encontrar al conejo... Gracias por tu comentario, la emoción al leerlo no sé si puedo expresarla, pero será inolvidable, seguro. GRACIAS.
EliminarMe alegra mucho que te gustara mi comentario, Esther. Al final consiste en eso. Escribir y leer no son otra cosa que entenderse a través del otro. Dos personas mirándose a los ojos intentando comprender aquello que se les escapa.
ResponderEliminarNo te disculpes por la tardanza, faltaría más! A fin de cuentas soy yo el intruso que se ha colado por la ventana de tu más íntimo hogar y se ha apuntado a una fiesta a la que no he sido invitado.
Debería haberme presentado. Me llamo Julio, si es que eso significa algo, y he llegado a tu casa por recomendación de dos de las personas más bellas que conozco y que tú conoces bien. Nora y Xavi.
Y como me encanta lo que voy leyendo y me alimenta el alma, me gustaría quedarme por aquí de okupa, si no te importa, siendo cómplices en esa búsqueda eterna de lo que se nos escapa.
Gracias por lo que escribes.