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martes, 28 de marzo de 2017

Carta de una tejedora

Pero ¿Quién te enviará ahora las rosas blancas por tu cumpleaños? Ay, el jarrón estará vacío. Ese pequeño halo de mi vida que te llega una vez al año, eso también se irá. Amor mío, escúchame, te lo suplico… es la primera y única cosa que te pido… hazlo por mí, cada cumpleaños, ese día que uno siempre piensa en sí mismo, coge unas rosas y ponlas en el jarrón.
Carta de una desconocida. Stefan Sweig.

La desconocida vivió por él. Desde sus trece años estudió su olor tras la mirilla, su mirada desde el otro lado de la calle, el tacto de sus libros en la imaginación. Lo perdió de vista años después, tras parte de su adolescencia pensándole. Siguiendo sus pasos en la escalera, ideando los diálogos que le hubiera gustado mantener, aquello que le hubiera gustado decir y compartir con él. Y aunque lo tuviera a su lado en la almohada en tres ocasiones mucho más tarde, él nunca estuvo con ella. No la guardó en su memoria, ni habitó su recuerdo, ni pasó a formar parte de su álbum. Jamás. No supo verla, cuando ella ya soñaba con él desde el primer día en que lo vio en el rellano.

Siempre me ha parecido asombroso aquel que consigue mantener una sorpresa con el paso de los años. Aquel que no necesita que le den respuesta para mantener ese halo de misterio. Para arrancar esa sonrisa, para que el otro lado espere ansioso el deslumbramiento que sabe que debe llegar, como siempre. El escritor, en el libro de Sweig, tenía cada año sus rosas blancas. Todos sus cumpleaños tuvo el ramo de la desconocida. Lo esperaba sin saber de quién era, pero ese día anhelaba el jarrón lleno. Una tradición de la mano de un fantasma. Aparición de alguien que vivió amándolo sin contraprestaciones, sin miradas de cariño, pero que quiso estar sin estar cada aniversario.


Sweig relata siempre de la manera más simple, a la vez que punzante, aquello que hiere. No son historias felices, debería llevar el código de contraindicaciones para los sensibles. Pero su prosa te embarga y emociona, y lloras sin poder evitar estar ahí, dentro del relato. He vuelto a releerlo tras recibir la sorpresa de Sigrid. No se trata de la misma historia, pero sí de la sorpresa. Sí de ser yo en este caso quien no esperaba, quien ha estado a la sombra mientras ella tejía para mí. Como la desconocida vivía la vida del escritor, mientras él ni la pensaba.

Sigrid tejió para mí los Northern Socks, así porque sí. Porque quiso, porque le apeteció sorprenderme, alegrarme, porque quería arrancar mi sonrisa y ya. ¿Nos conocemos? No, no nos hemos visto nunca, somos conocidas online. Tejedoras que comparten su día a día lanero, más el resto de vida que viene detrás. Y ella, aun así, quiso fascinarme y que flotara. Floté. Me conocéis. Me recordó cuando Sonia el año pasado tejió para mí, también porque sí. Este año, casi en las mismas fechas, se repite la recepción de los calcetines más bonitos jamás tejidos. Ahora tengo los dos pares más hermosos, perdonadme tejedoras. Y con ellos vuelvo a creer en lo bonito del online. En que hay gente al otro lado del espejo que emplea su tiempo en sorprender, que teje para alegrar la vida a los demás, que crea lazos para siempre. Lazos con hilos de lana de Zaragoza a Lleida.



Enfundados en mis pies son calcetines perfectos. Un fair isle alucinante que dejaría a cualquiera con la boca abierta. Milimétricos, cariñosos. Llenos de una dicha que consiguió hacer magia un día gris, como siempre consiguen las sorpresas. Las postales, ¡de las mejores! Recordé también las Dos letters de Atxaga, donde Old Martin recibe los dos sobres desde su Euskadi natal. Sorpresas en forma de carta que, digan lo que digan, nos hacen levantar una ceja, asombrarnos y disfrutar de la ventura que nos visita.

Asombrada, feliz y afortunada por el regalo de Sigrid. La llegada de sus calcetines ha hecho que relea dos de mis libros, y eso ya es meritorio para mí. Ahora, consejo aquí de la esperadora de sorpresas, tened siempre las rosas blancas en el jarrón. Sorprended gratamente, y dejaros sorprender, disfrutando siempre de quién os brinda la sonrisa. Cuidándole, no dejéis que se convierta en invisible.

… algo le atravesó el alma y pensó en aquella mujer invisible, etérea y apasionada como el recuerdo de una lejana melodía.”


10 comentarios:

  1. Muchas gracias por esta entrada tan bonita. Estoy muy contenta de haberte tejido estos calcetines. Disfrútalos!!!! ⭐⭐

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    1. Gracias a ti por todo. Por la sorpresa, por la emoción, por el trabajo y por el cariño. Un abrazo.

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  2. Ostras Et vaig trobar a faltar dilluns!!!! Ja t'ho vaig dir Quan me'ls vas ensenyar, són aspatarrants!!!!! Suertuda a gaudir-ne!

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