INICIO




lunes, 11 de septiembre de 2017

A mi ropa tendida

“Me gusta la ropa tendida en los balcones del centro de Oporto.
  Me hubiera gustado tender tus bragas yo mismo, tus faldas, tus
       blusas.
Un montón de ropa, curvando la cuerda hasta dos pisos más abajo.
Sábanas tocando el sucio suelo…”


La ropa tendida nos orienta, tal que una brújula. Nos dice si tocaba blanco o color. Si se ha hecho deporte o cambiado las sábanas. Nos cuenta si ha nacido un bebé o se renuevan las fajas. Si se acaba el invierno y se airean las mantas. Puede que haya habido un día de playa por los bañadores y las toallas. O que se haya decidido lavar todos los tapetes de ganchillo. ¡Lavadora de labores en marcha!

Las cuerdas nos presentan a quién las tiende. Si ha sido cuidadoso en la posición de las prendas, meticuloso en el orden, curioso hasta en la elección de las pinzas. La ropa tendida nos cuenta más de lo que imaginamos de las manos que lavan. Como si tendieran su alma, como Claudio Rodríguez. “… ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto? / ¿Qué lejía inmortal, y que perdida jabonadura vuelve, qué blancura? / Como al atardecer el cerro es nuestra ropa desde la infancia, más y más oscura…” Porque puede ser ropa con manchas, alma envejecida, entumecida, dormida. Porque tal vez sea un lavadora relavada, una y otra vez, buscando esa limpieza que no llega. La absolución, el remendar la colada. Poner en orden la desnudez que ve el pueblo desde el suelo si alza la vista. Mirada arriba y todo lo nuestro al descubierto.


¡Qué intimidad poder colgar la ropa de quien queremos! Vilas lo colgaría todo, ya lo dice. Con el cariño con el que la pondríamos y quitaríamos, ahora la tendemos. Húmeda a la espera del sol. Dichoso sol que todo lo cura. Por eso los balcones, sus cuerdas y esas prendas, cuchichean, cotillean nuestras vidas mucho más que los vecinos.

Justamente también en Oporto capturé instantes de coladas al aire del Atlántico. No pude ver el personaje tras los cristales; pero sí estudiar el resultado, descifrar sus manos, adivinar su tarde, intuir su alma. Porque la ropa habla del mismo modo que la tensión de las cuerdas o la elección de las pinzas. Y hace que nos preguntemos, igual que "A mi ropa tendida", “¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?” La que quita las manchas, la que aclara el ajuar, la que espera ese sol para que todo lo limpie. No os perdáis las ventanas para adivinar esas manos. 


4 comentarios:

  1. Quina diferencia entre un estenedor i l'altre que has posat! M'encanta la segona bugada tot es les labors. Siempre m'ha no cridat l'atenció els balcons estesos sobretot els dels carrers estrets!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. És que aquests balcons parlen i hem d'estar atentes a veure què diuen!!!!!

      Eliminar
  2. M'encaaaaaaaanta!!! Una de les meves espurnetes és l'oloreta de la roba estesa secant-se al sol amb una mica d'airet...
    M'entra la natura a casa!
    Dit això, no m'agrada fer la colada però llegint-te quasi m'has fet entrar ganes!
    💗😘

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mi també m'agrada, però la meva sé qui la renta i l'estén... la dels altres em dona per pensar-hi i imaginar-ne les mans! muà preciosa!

      Eliminar