Cuántos querríamos haber vivido en la
C/ del Cerezo número 17. Saber que el viento del este y la niebla gris nos traerían a
la niñera mágica. Estar seguros de que en una ciudad con un cielo incoloro, como la
nuestra, aparecería ella prendida de su paraguas y cuidaría de nosotros, de los nuestros. Que
podríamos reír sin parar hasta quedar colgados del techo, que entraríamos en
los cuadros y nos vestiríamos de mil colores para cantar el
supercalifragilísticoespialidoso. Pero nunca vino.
Confieso que era una de esas niñas que cantaban y bailaban
cada vez que regresaba a la película. Que me
inundaba la emoción verla aparecer y que escucharla asegurar que “todo es
posible, hasta lo imposible” me hacía sentir capaz de todo. La imaginación iba
conmigo, cierto, y creer en ella como en los Reyes Magos me devolvía la
sonrisa. Confiar que todos los niños deberían tener una Mary, para soñar, para
alejarse de los gritos, para pintar el cielo gris en tonos rosas. Para eso
quería yo una Mary Poppins. Porque nosotros, como Jane o Michael, también
necesitábamos que existiera la magia.
Pamela
Lyndon Travers escribió sobre la niñera en los años treinta. Tuvo a su propia Poppins, la señora del paraguas que vino para salvar a su padre. Infancia dura, triste y dolorosa la suya. Podéis darle vida con la película Al encuentro de Mr. Banks, no os decepcionará. Descubrió que podían llegar de la nada personas con intenciones de rescatar a lo más querido. Por ello, una vez adulta, necesitó escribirlo, que no inventarlo. Lo compartió con nosotros, para contarnos que podemos creer que ante lo más peliagudo y oscuro que vivamos, puede cambiar el viento y traernos a nuestra Mary Poppins.
Seguramente, en ese momento, no fuera consciente de todo lo que sus novelas iban a significar, de cómo sus palabras serían repetidas décadas después. De cómo muchos niñ@s nos sentíriamos identificados con su infancia, con su necesidad. Su adaptación al cine con Julie Andrews fue sublime, qué diré yo, tras las negociaciones con Walt Disney para ceder sus derechos, su vida. Hizo que todos gozáramos de verla caer como si nada del cielo tan solo por cambiar el viento. ¿Quién no ha pensado en ella en ver girar una veleta?
Seguramente, en ese momento, no fuera consciente de todo lo que sus novelas iban a significar, de cómo sus palabras serían repetidas décadas después. De cómo muchos niñ@s nos sentíriamos identificados con su infancia, con su necesidad. Su adaptación al cine con Julie Andrews fue sublime, qué diré yo, tras las negociaciones con Walt Disney para ceder sus derechos, su vida. Hizo que todos gozáramos de verla caer como si nada del cielo tan solo por cambiar el viento. ¿Quién no ha pensado en ella en ver girar una veleta?
Se han editado gran variedad de versiones del libro; ilustradas,
ingeniosas, emocionantes, como la que hizo el Círculo de Lectores en 2013
ilustrado mágicamente por Júlia Sardà.
Y por fin, este año, ha llegado traducida la maravilla de Hèlène Druvert en Edelvives.
Un paseo con Mary Poppins
es un cogerle de la mano y sumergirse entre siluetas, sombras, puros trucos de
magia a través de sus páginas. Volar por ellas como si fueras la cometa de los
Banks, como si danzaras al son del deshollinador. ¡Chim Chiminey, Chim Chiminey,
Chim chim cher-ee!
El regreso
de la niñera estas fiestas ha sido una explosión nostálgica. Aquellas niñas que
necesitábamos verla todos los fines de semana y que seguimos entonando sus
estribillos con solo mencionarla, estábamos ahí en cuanto se estrenó. La
ilusión por el reencuentro hizo que en un primer momento todo fuera sorprendente.
Realmente es una película con encanto, con detalles cuidados, pero… Los hermanos ya no tienen la luz que nosotros recordábamos y las
canciones nuevas, aunque en su momento nos hagan recibir lágrimas emocionadas,
luego no se van con nosotros a casa. No nos siguen, como sí lo hicieron
aquellas. Una, entonces, piensa si ya no cree en la magia o, si por el
contrario, esta ya no existe.
Mary Poppins, con un poco de azúcar seguiremos soñando contigo. Srta. Travers lucharemos por salvar al padre, porque nada se perdió: tan solo no lo vemos, como bien les dice Poppins a los pequeños Banks.
Mary Poppins, con un poco de azúcar seguiremos soñando contigo. Srta. Travers lucharemos por salvar al padre, porque nada se perdió: tan solo no lo vemos, como bien les dice Poppins a los pequeños Banks.
No coneixia la peli del pare. Apuntada. La nova Mary Poppins penso el mateix, no surts amb un retorn que no et pots treure del cap li falta un ganxo
ResponderEliminarMireu la peli, sense nenes, no l'entendran. Però a tu et farà entendre millor tota la història, ja veuràs i em dius! Gràcies per ser-hi!!!!
EliminarEl que són les casualitats (o no) de la vida, Esther. Avui, dia de pluja i virus ens hem estrenat amb la peli de Mary Poppins amb el peque. Ell s’ha clapat!! I a mi m’ha fet pensar en tu. Obro internet buscant el blog que fa molt temps no visito i em trobo en una ullada transversal aquesta entrada!
ResponderEliminarM’apunto la peli, el llibre i t’envio una abraçada!!!