Leo
un artículo de Olga
Tokarczuk en el que dice que la vida sigue, y enumera una serie de tareas
que así se lo demuestran. Tal vez tenga razón. Seguimos quitando las hojas
secas de los geranios, ensuciando ropa que hay que lavar, buscando series
nuevas para ver. Seguimos poniendo el despertador, eligiendo qué vestirnos y
cumpliendo horarios. Todo ello nos da indicios de que seguimos. Quizá como
escribió Sharon
Olds en La célula de oro, “estoy haciendo algo que aprendí muy pronto a
hacer; estoy / prestando atención a la belleza pequeña / la que sea, como si
fuera nuestra obligación encontrar / cosas para amarlas y así atarnos a este
mundo.” Puede que nos sea necesario atender a cada minucia de la rutina porque nos
ata al mundo, porque nos dice que la vida está ahí, aunque no veamos más allá
de lo que alcanzan nuestros ojos.
Concentrarse en esas
rutinas, repetirse que todo sigue o que
todo espera, debe ser la manera de acallar el llanto. Poner toda la atención en
lo prosaico que acompaña las horas para despistar la incertidumbre. Darnos la
oportunidad de no saber qué decir, de no tener qué escribir, de no ser capaces
de pedir socorro aunque no veamos el final. Acostumbrarnos a la nada que crea la rutina, al
silencio, al abandono. Repetirnos, como dijo Elisabeth
Bishop en El arte de perder, que el milagro se realizó en el balcón
equivocado, si es que no ha llegado al nuestro. Que las risas pasaron de largo, que los arrullos están en otro
lugar, pero que todo continúa porque existe la rutina.
“Pero después del amor,
de la rutina, / la propiedad privada y el verano, / la realidad regresa /
inconformista.” Afirmaciones de Rosa
Berbel en Las niñas siempre dicen la verdad que nos ponen el sitio. Que nos
recuerdan que tras la rutina, que tras esta rutina que estamos creando y que
cumplimos a rajatabla porque nos recuerda el estar vivos, regresará la
realidad, la inconformista realidad. Pero será distinta, en nuestro balcón o en
cualquier otro. La vida seguirá pero será distinta. Inconformista, sí, pero
otra.
Estará cargada de temor,
de auxilio, de distancia, de soledad, de temblor, de miedo, de vacío. Solo nos
quedará aprender a gritar de nuevo, para afuera, como antes. Que se nos oiga,
como antes. “Es gritar que el vacío viene lleno de miedo. / Lleno de miedo
hasta las trancas.” Que estos versos de Olalla
Castro en Inventar el hueso nos representen. Que seamos capaces de gritar a
ese vacío que nos espera porque estaremos llenitos de miedo hasta las trancas.
São Miguel, Azores, agosto 2019. |
Jo ja començo a estar cansada d’aquesta rutina!
ResponderEliminarN'hem de crear de noves! Redescobrir-nos! no deixar-nos vèncer!!! Una abraçada i gràcies per ser-hi!
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