“Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable”.
No entiendo a un lector, con carné
colgado al cuello (hasta los presumidos y arrogantes que todo lo saben), que no
haya leído Sobre
la lectura de Proust. Yo siempre regreso a él para recordar por qué y para
qué leo. Para que me repita que un lector es aquel que desea que no termine nunca
la historia, aquel que cree que pierde a esos personajes y qué será de él sin conocer
las desventuras de sus vidas. Leemos para abrir puertas. Puertas que teníamos
tapiadas, sin picaporte, ni luz ni sonido al otro lado. Por eso
leemos, para arrancar las postillas de las heridas que sabíamos sanadas.
Pienso también en por qué escribimos.
A menudo esa pregunta me ha hecho parar el ritmo de escritura y dejar de
publicar. Reflexiono si me conduce a algún sitio este post semanal, si alguien está
ahí, si interesa lo que esta de aquí aboca y siente y padece. Y freno. Luego regreso
como si todos esos pensamientos se hubieran esfumado y no me interrogo más. Hasta
la siguiente crisis, de manera cíclica y constante.
Una deja de mirar las estadísticas
de visitas. No le importa si nadie comparte el post o se molesta en dejar un
comentario o si no recibe mensajes sobre el texto. No escribe para todo eso. No
se aplaude ni se alaba ni espera ramos de flores. Escribe para abrir y cerrar puertas
y cree que, tal vez, aquel que llegue lo haga con el “malsano intento de querer
leer entre líneas para comprobar si el texto de otro dice algo sobre nosotros”.
Acertada afirmación de Tamara Kamenszain en El
libro de Tamar. Hay que saber indagar por qué se lee y por qué se escribe. Intentar
verse en los textos de otros para reconocer qué miedos van con una todos los
días en el metro o esperan con ella en los semáforos. Sin olvidar, jamás, que se
puede estar en ambos lados del camino. Leyendo y (mal) escribiendo, debiéndose
a las palabras con respeto y admiración.
Lectora en las Azores, agosto 2019. |
Por eso escribimos, para estar
ahí. Porque hay vivencias, sueños, inquietudes y saudades por contar. Porque
hay soñadoras al otro lado. Porque dijo Ana María Moix en A
imagen y semejanza que “la belleza cómo mata jugando de verdad a las
controversias”. Todo lo bello nos llena, aunque sea triste, calma las polémicas
internas y nos da la llave mágica para abrir las puertas.
Gràcies, Mònica, per obrir la porta i fer morir les controvèrsies.
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