Bordar
versos calma todas las mareas. Esta frase os la escribí hace justamente una
semana. Es cierto. Totalmente. Como ya os dije en su día es todo un proceso que
me reconforta soberanamente.
Decidir el verso, el hilo, la
puntada. Releer, revivir. Esta es una edición muy especial de los Versos
Bordados. Dedicada a aquellos poetas que han participado o lo harán en nuestra
revista. Y es que hace un par de años que codirijo la revista de nuestro
instituto. Prometo presentárosla en unos días.
Llegado, por fin, el momento de tenerla en mis manos decidí que
debía recompensar a “mis poetas” por
su predisposición, su dulzura y su generosidad. Pensé que junto a la revista
qué menos que enviar uno de sus versos bordados. Como recuerdo, como muestra de
gratitud.
Así en esta tercera edición
tenemos a Luis García Montero, Álvaro Tato , Elena Medel y Josep María Nogueras;
que tan bonitamente se han prestado a mis deseos editoriales. Y tenemos a Ben Clark, mi querido Ben, que
forma parte del futuro de la revista. Atrevida yo, dichosa yo de que tenga la
revista en sus manos.
Todo versos fotografiados y bordados por mí, menos uno. El de Josep María Nogueras que es una foto suya. Una foto maravillosa de un campo en el que comparten espacio y cielo margaritas y amapolas. Me prendé de ella. Busqué uno de sus versos inéditos y le bordé su principio. A la espera de su publicación.
“La lenta luz, el amor y este saberse eterno bajo el sol nuestro de la
mañana.”
(‘Cielo claro. Apuntes’). Josep Maria Nogueras.
Junto a mis poetas agradecí, hilo
en mano, a mi asesora particular. Mi nueva luz, mi abre puertas, mi animadora
de habitaciones oscuras. Anna
Sàez está ahí, al amparo de la desilusión y con el teclado cargado de
recuerdos y de buenos amigos. Siempre que identifico a alguien especial: abro
el costurero, saco el dedal y aseguro la puntada. Para Anna, mi escritora, bordé a
Mosquis. Para que ella y Sara lo tuvieran bordado y les llegara también mi
gratitud. Gràcies, bonica!
Bordar papel es otro mundo y esta
vez me aventuré con el hilo
metalizado de Anchor. ¡Qué Odisea! Son unos hilos
dorados, plateados, relucientes, preciosos. Preciosos pero difíciles de manejar
con la aguja en el papel. No son aptos para puntos demasiado cortos ni para
cadenas ni ondulaciones. Se rasga el metálico y no hay manera. Era la primera
vez. De todo aprende una.
Estrenaba también mi nueva
impresora para fotos. Exclusiva para mis versos bordados. Ahora cada verso que
enamore a mis hilos podrá ser impreso en un suspiro y atacado por mi aguja.
¡Todo un lujo! Se trata de una Selphy
de Canon, que aunque sea una maravilla que funciona por wifi perfectamente,
tan solo tiene el problema de la medida del papel. Este no se ajusta a la
medida habitual de mis fotos, por lo que hay que retocar. Nada sin solución.
Fotos hechas entre libros, entre
algunos de sus libros. Y es que como he empezado el post lo termino. Bordar
versos calma mil mareas. Creedme. Leerlos, interiorizarlos, apropiarse de
ellos, dejarlos reposar… y finalmente darles vida con el hilo. Acariciarlos con
la aguja como hicieron los poetas en su día con la tinta.
Gracias, mis poetas, Luis, Álvaro, Elena, Ben, Josep María, Anna. Estos versos abandonan el barco y navegan hacia vuestros puertos.
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