¿Alguien imagina a Esther sin Obi? La pregunta es fácil y la respuesta
también: No. Porque Esther hace 10 años que vivía para él. Porque todo giraba
alrededor del pequeño gatito color pan. La lectura a su vera, la labor con su
dormir en mis hilos, el bloqueo de calcetines con su supervisión, el tender la
ropa con él husmeando qué pasaba fuera. Abrir un ojo y que apareciera en la
habitación, las siestas con él ¡lo mejor de la vida! Llegar a casa y buscarlo.
Irme y decirle “la tata ve de seguida”. Olvidar encender la televisión los días que pasábamos en casa solos. No nos hacia falta, nos teníamos a nosotros y nuestra compañía ya valía.
Obi ya no está. Anoche apagó su luz y no volvió a casa. No volverá más. Los
que me conocéis sabéis qué significaba el pelirrojo para mí. Todo. Y ahora lo
busco y, aunque soy consciente de que no volverá, no puedo creer que no vaya a
escuchar ese miau tan dulce todos los días.
Es como si estuviera en mitad de una plaza pública. Sin brazos, ni piernas.
Como si hubiera perdido las extremidades y no pudiera moverme hacia ningún sitio.
Me han arrancado todo. Porque Obi lo era todo para mí. Lo sabéis.
En esta casa todo era él. Su nombre, sus fotos, sus cosas están por todas
partes. Nos mudamos aquí los dos solos y amueblé la casa pensando en él. Su butaca, sus camitas, sus escondrijos, ¡hasta el sofá debía seguir sus condiciones para que su culito cupiera debajo! Sé que seguiré buscándolo mucho tiempo y que estas lágrimas, aunque algún
día pararán, ahora me inundan. No me quito de la cabeza que su olor no se
quedará conmigo. Que un día ya no me vendrá el recuerdo de ese olor tan bueno,
porque no podré hundirme en él y besarlo como hacia todos los días.
Hemos vivido muchas cosas. Muchas. Cuatro casas y miles de historias. Era
el único que lo sabía todo de mí. El que no me dejaba llorar. Con el que podía pasar horas tumbada en la cama, los dos con los ojos abiertos, y sabía en mi mirada qué pasaba. El que se
resistía a dormirse de pie porque quería estar despierto conmigo. El que se
apuntaba a una siesta ni que fueran las seis de la tarde. El que mordía mis
pies cada vez que entraba a la ducha. El que vaciaba el armario en cuanto se
abría la puerta. El que se tumbaba en el escritorio mientras escribía estos posts. El que dio nombre a l'Atelier. Al que durante 10 años envié postales desde todos mis lugares de vacaciones con un Querido Obi.
El gatito más fotogénico de la historia. El más guapo, el más bueno, el más
cariñoso, el más atento. Me ha dado los diez mejores años de mi vida, porque no
recuerdo estar antes sin él. No había nada antes de Obi. Ahora quedan carpetas de fotos de todos los meses de su vida. Cargadas de recuerdos... Obi abril 2006, Obi octubre 2008, Obi mayo 2011...
¿Para quién montaré yo ahora el árbol de Navidad?
T’estimo Obi, mi panet de viena, mi pelirrojo. El meu gatet, la meva videta
petita, el marrano, el Nini, mi melancólico, mi paz, mi duende. Te echaré de menos y espero, algún día,
aprender a respirar sin ti como ahora no sé…
T’estimo,
La tata.
Només et puc dir res més... És una pena brutalíssima!
ResponderEliminarUs estimem... Esther i Obi. Fins a l'infinit!
Estem amb tu petita meva... Temps...
ResponderEliminarAdeu Obi petons
ResponderEliminarM'hauria agradat conèixer un ésser tan especial per a tu. Ho sento molt.
ResponderEliminarEm sap greu, guapa!
ResponderEliminarBonitas palabras que llegan al corazón, créeme. Muaka!
ResponderEliminarLo siento mucho, Esther. Te mando un abrazo muy fuerte y muchos ánimos.
ResponderEliminarEsther, una abraçada molt forta. Mai te n'oblidaràs, però aquesta serà una manera de fer-li un homenatge, al teu gatet!
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