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lunes, 9 de enero de 2017

Cazadora de nubes

Imagino una ventana abierta de la Residencia de Estudiantes. Se ve a un joven Emilio Prados intentando cazar nubes con un espejo. Luchando por que se reflejaran en la pared para así capturarlas en su cuarto. Cazador de nubes le llamó García Lorca y le dedicó a ese nombre “La balada del agua del mar”. Como bien dice Antonio Lafarque en el prólogo de Ángeles Errantes. Las nubes en el cielo poético español, esa caza de las nubes era como la posesión de lo frágil, la victoria ante a lo efímero. ¿Quién no ha sentido ese deseo por ellas? Y es que una servidora se siente un poco pradiana. Su padre tenía una fábrica de muebles en su Málaga natal y él ubicó en su trastienda un "atelier surrealista". Allí fomentó la creación de collages entre sus colegas. Creaba composiciones con sus textos entre hilos, botones, alfileres o telas. Seguro que esa magia cazadora de nubes la transmitía luego en sus creaciones. Siempre intentando que todo aquello onírico que nos acompaña quede en algún sitio reflejado, que no se pierda. Aunque el mundo no lo entienda. Parece que intentaba el rescate de la vida interior, esa vida que a veces tanto nos desborda.

Emilio Prados, junto a Manuel Altolaguirre, fundó en 1925 la Imprenta Sur. Ahí sí cazó nubes, las de la Generación del 27. Ahí sí las capturó y publicó en sus libros lo que ellas decían. Mientras creaban la revista Litoral, llena de cielos de Lorca, Cernuda, Guillén o Alberti. Consiguió su objetivo y se quedó con los cielos de todos. Nos brindó la oportunidad de leerlos. Leer el cielo… una lectura fugaz que se nos escurre entre los dedos. Cambiante de formas y colores. Como las palabras, como las voces que las nombran. ¿Hay algo más breve que una nube?

No solo fue la G27 quien dedicó sus versos a las nubes, y a sus hermanas las nieblas, las brumas, el sol o el viento; sino que han sido todas las generaciones de poetas quienes han escrito sobre ellas. Lafarque ya lo dijo: no son tan solo fenómenos atmosféricos, ¡las llama hermanas! Tienen su vida, sus formas, evocan a cada cual lo suyo.


A mí el cielo me cautiva. No creo en el dicho de “estoy como el tiempo”, siempre he pensado que el cielo está como uno mismo. Que según una amanezca estará él. Lleno de nubes felices que pasan sin lluvia como dijo Cernuda, de sol versión estufa o de atardecer rosa, un rosa fucsia. Quién sabe si cada cual ve un cielo distinto, como todos identificamos diferentes formas en las nubes. Por eso siempre fotografío los míos, recordando el día al que pertenecen y qué significaron. Aquí mis 12 cielos del 2016, uno por cada mes. Sus nubes, nieblas, su sol, la luna, el rojo y el azul. Tan contradictorio siempre, pero como decía Concha Méndez hasta la lluvia canta sobre el paraguas. Hasta el peor cielo oculta algo mágico, siempre. Por ello a principios del año pasado decidí documentar mi año recopilando mis nubes. Es una manera distinta de hacer balance, de recordar, de hacer un diario visual sobre el algodón blanco de ahí arriba.

El mismo Prados dijo que la luna era el corazón del cielo en la “Canción de la Luna Ciega”. Rosa Chacel hablaba en Teresa del consuelo que ofrecen los rayos de Sol. Rafael Alberti vendía nubes de colores para endulzar los calores. Jorge Guillén y Ernestina de Champourcín esperaban ambos en la curva del cielo. Gerardo Diego se preguntaba si las almas eran eternas como las nubes. Marga Gil Roësset, identificaba la bruma densa de la noche negra con la noche eterna, la noche enferma, contrariamente a la vida como risas de sol y agua. ¡Cómo vivió los cielos dicha Generación! ¿No creéis? Parece que, como yo, siempre estaban pendientes al cielo que les cubría, a la vida de las nubes, las caricias del sol, al ronroneo de la luna… Como dijo Lorca en su “Ciudad sin sueño”: No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. Estad atentos, el cielo no duerme nunca, vosotros tampoco no os perdierais lo que nos cuenta. 

4 comentarios:

  1. Siempre es un placer leerte. Que sepas que siempre lo hago, aunque no pueda escribirte porque ahora mismo hacerlo me cuesta la vida. Estoy tumbada y hacerlo no es muy cómodo.
    Desde esta posición, las nubes es una de las cosas que más echo de menos, junto con el viento en la cara.
    Lo dicho preciosa, que sigas escribiendo así de bonito. Muaka!

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    1. ¡Mi campeona! Tú reposa, el cielo y sus nubes os esperan fuera en lo alto, ¡te lo prometo!

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