“Me volví hacia uno de los oficiales y
dije: “¿Cómo pueden estar en guerra civil en un país donde el cielo es azul y
el sol es cálido en febrero y las golondrinas ya están aquí?” “Hablas como una
roja – dijo el que se había enfadado conmigo la noche anterior – . ¿Puedo ver tu
pasaporte?”
Sheila
Grant Duff, The Parting of Ways. A Personal Account of the Thirties.
En febrero del 37 Málaga había caído en manos de las tropas
de Franco y todavía no se le había permitido la entrada en la ciudad a ningún
corresponsal extranjero. Sheila Grant entró como espía desde Algeciras. Llegada
de la aristocracia inglesa, se introdujo de incógnito entre el personal
franquista pero no pudo ocultar su sentimiento, ni su mirada republicana, ni fue capaz de dejar pasar el cielo azul, ni el sol de febrero, ni el paso de las golondrinas.
Sensibilidades que la delataron y la obligaron a huir, de madrugada, y
resguardarse en Gibraltar tras un viaje en autobús desde La Línea.
No podemos estar pendientes en todo momento de lo que decimos.
Es inevitable que se nos vea el brillo en los ojos, la mirada hacia arriba
interrogando el color del cielo. Imposible llegar a ser espía como lo fue Grant.
También se me hubiera escapado la vista al sol de febrero y hubiera tenido que
salir corriendo. La imagino de madrugada a toda prisa tras el autobús. Aún de
noche por las carreteras malagueñas, llenas de campos de naranjos y oliveras,
viendo el amanecer a lo lejos. Como fui con Anna de Mollina a Málaga, escapando de
la cotidianidad de aquellos días hacia la luz del sur. No huíamos de las
bombas, ni de los delatores, ni de los franquistas que nos descubrieran. Pero
como dije en el
pasado post, tal vez heredamos el repicar de la detonación, el esperar, el
aguantar y el huir. Sin poder controlar que lo que realmente pensamos salga
al exterior y nos descubra, aunque sea el enemigo quien esté ante nosotros.
Cabeza de Montserrat gritando. Centre Pompidou de Málaga. Enero '18. |
No debemos engullir el grito. Mientras escribo estas
palabras me sobrecoge el rostro de Montserrat. Como si apareciera por sorpresa en mi recuerdo,
como si tuviera algo que decir respecto a lo que escribo. Entonces todo se relaciona.
Lo que leemos, lo que pensamos, lo que vivimos, heredamos, deseamos… Regreso al
Pompidou de nuevo; como por arte
de magia, estoy ante la Cabeza
de Montserrat gritando de Juli
González. Obra que realizó el escultor en el 42, en honor a la mujer
catalana que sacó sus garras durante la guerra, esa guerra que no olvidamos, como
símbolo de la lucha por la libertad.
Este grito en clave de mujer, magnífico y vibrante, con toda
esa fuerza y sentimiento desprendidos, fue expuesta en el pabellón de la
República Española de la
Exposición Internacional de París de 1937. Exposición totalmente
propagandística de un bando y otro, enfrentando sus ideales mediante sus
expresiones culturales. El desgarro de Montserrat revela el drama común de toda
la humanidad frente al fascismo. La sencillez y la humildad del pueblo
representadas en esta mujer de pañuelo en la cabeza que no es capaz de ahogar
el llanto.
Unos ojos que aun estando esculpidos, sin el brillo del sol de
febrero en sus pupilas, son capaces de transmitir el horror, el dolor y la
tragedia de la guerra. Un homenaje a las mujeres que siguen en la cola tras el
obús, a las que se cuelan entre las tropas enemigas para que quede constancia de lo ocurrido,
a las que se jugaron la vida salvando las de los soldados. Una Montserrat que bien
podría ser Sheila Grant Duff, una Montserrat que bien podría ser una de las
nuestras que vivieron la barbarie, una Montserrat que bien podemos ser tú o yo
ante el alarido silencioso que pronunciamos todos los días.
Cabeza de Montserrat gritando. Centre Pompidou de Málaga. Enero '18. |
M’encanta i em posa els pèls de punta...
ResponderEliminarMensaje de Oenopia (desaparecido del mundo mundial y recuperado, gràcies!):
ResponderEliminar"Com escrius, nena! Em quedo reflexionant i engullint a poc a poc tot el que se m'ha remogut en llegir-te."
Ostres impresionant aquest bust!!! I la seva història!!!
ResponderEliminarCada día. Todos los días. Te lo aseguro...
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