Si os preguntaran por vuestro lugar romántico por excelencia
lo más seguro es que no coincidiríais con los escritores del Romanticismo. Tal
vez firmaríais por una puesta de sol o una playa amaneciendo. Ellos; Víctor Hugo,
Lord Byron,
Mary Shelley o hasta nuestro Bécquer,
confluían en situarlo, ni más ni menos, que en un cementerio. Era allí donde
los románticos identificaban la cima de sus sentimientos. Su predilección por
la noche, la fantasía, los muertos, los seres imaginarios, la niebla y las
tinieblas… Monstruos como muestra de su héroe romántico, el antihéroe. Porque debían
ser sinceros consigo mismos y reconocer que eran reales, que convivían con
ellos, y se exigían exagerarlos para transformarlos así en personajes de sus
relatos.
Mary
Shelley creció rodeada de esa oscuridad y de historias tenebrosas. La
muerte se hizo costumbre en sus días y la escritura le dio la paz que
necesitaba para expulsar todos los fantasmas. Puede que fueran las pérdidas
sufridas las que encendieron en ella la llama de la ciencia, pero lo cierto es
que se interesó muy pronto por la galvanización, el renacer, el revivir. Galvanizar, no hablando de metales, sino de
provocar el movimiento en los yacentes.
Mary Shelley de Haifaa Al-Mansour. |
Fue Lord Byron, el excéntrico poeta inglés, quien en un
retiro en su mansión y tras largas semanas lluviosas, propuso a los asistentes
que escribieran un cuento de terror. Shelley unió su pasión científica, su vida
real y los monstruos que en ella habitaban para crear a Frankenstein. Ese ser
que todos conocemos, era el reflejo de la soledad, del miedo, del apedazar la
vida poco a poco, de la necesidad de cariño. Así surgió, de la urgencia por
explicar al mundo cómo es posible sentirse solo estando rodeado de gente.
Una vez más, Shelley
fue una mujer que debió defender su obra. En la primera publicación no constaba
su nombre y no fue fácil, para una escritora en esa época, llegar a reconocer
que una historia como aquella había resultado de una pluma que no correspondiera
a un lord. Fue una revolucionaria en sus ideas, adentrándose en un mundo de
fantasía totalmente inaccesible para una joven del siglo XIX. Todo un ejemplo a seguir por su lucha ante las
sombras, por su enfrentarse a las pérdidas, por no recurrir al eufemismo para
hablar de la realidad, por luchar y hacerse camino en un mundo de hombres.
Haifaa
Al-Mansour nos acerca con su película el
escenario puro del Romanticismo, la poesía inglesa, la intensidad, la luz de lo
misterioso, la pasión con que enfrentaban el día a día y una Shelley que hizo
de la escritura su salvavidas. Una Shelley que gritó entre trajes, chisteras y reuniones sin perfume de mujer.
El tema no es nuevo, lo llevamos como herencia de género.
Pero también arrastramos con nosotras la fuerza de mujeres como Mary, quien siempre
defendió que lo importante no era tener más poder que los hombres, sino más
poder sobre nosotras mismas. Creámoslo, luchemos como ella y hagamos reales nuestros
monstruos, seamos conscientes y adueñémonos del moderno Prometeo, solo así
tendremos el poder.
* título del post: verso del poema “Sol del que triste vela”
de Lord Byron.
Quina vida més fascinant i dura a la vegada!
ResponderEliminarTota la raó... tot i que totes ens hauríem de posar a escriure les nostres vides... totes!
EliminarMare meva crec que tindria molta feina!
ResponderEliminar