M. Junio de 2007.
Hace unos días me
sorprendió esta dedicatoria en una visita a mi librería de viejo. No pude
comprar el libro, me estremeció pensar en M. Imaginar a David. Siempre que
rebusco entre libros de segunda mano me da por mirar su primera página,
comprobar que efectivamente tuvieron otro lector. Otro lector que se desprendió de
ellos, sin importarle por qué llegó a su lectura, sin importarle las manos que los pusieron en las suyas, sin importarle el lanzar al vacío un pedacito de su
historia como si eso la borrara de manera definitiva. Y no, no se borra. Como
dice Elvira Sastre en Días sin ti:
“… el amor no termina, aunque la historia sí lo haga. De eso se trata: no de
esquivar esos agujeros, sino de saber dónde se encuentran y seguir su camino
sin miedo a ellos, es decir, aprender a vivir con los finales sin renunciar a
otros principios.” Porque esquivar los agujeros es dejar la herida a la intemperie.
¿Tenía D la cicatriz aún blanda por M? Aunque tal vez sea mejor, como dijo Margaret Atwood, no preguntar nunca por la
historia real.
El apego a las páginas, y
a todo en general, para qué negarlo, me hace imposible desprenderme de aquello
que no puedo olvidar cómo llegó a ser mío. Esté o no dedicada su primera
página. Sé de quién viene, recuerdo el momento en qué llegó a mí, las palabras
no dichas o sí, la mirada en la entrega, la complicidad. Aunque todo eso ya no
exista. Quedó escrito, con fecha, con firma, con motivo, decisión y pensamiento.
Coincido con Elvira Lindo en Noches
sin dormir: “Me gusta entender la vida así, cosida por un hilo invisible
que entrelaza relaciones caprichosas pero posibles, no forzadas por las
fantasías a las que tan aficionados son algunos literatos sino basadas en
coincidencias reales”. Las personas que aparecen lo hacen por alguna razón. Caprichoso
destino, tal vez. Serendipia del camino, puede ser. ¿Dejó de ser importante M
para David? ¿Dejó de tener sentido esa frase para él?
Cuesta de Moyano. Madrid, enero 2016. |
En alguna ocasión he
escrito sobre la sensación al llevar ropa de segunda mano. Es un poco similar
pero, tal vez, menos intensa. Es cierto que otra percha ha vivido historias con
ella, pero lo del libro dedicado implica la palabra, supone interpretar esas
frases y poder darle realidad a ese momento, a esa relación, a la necesidad de
que quedara escrito. Así, simulando los versos de Sara Herrera Peralta: “¿Hacia dónde
van los gritos / del condenado, / el amor de una viuda / o el miedo / del autista?”.
Me pregunto ¿hacia dónde van los libros abandonados, las historias que terminan o las palabras escritas en la primera página?
Cuando me doy de bruces
con dedicatorias como esas, ya sin dueño, entre tantos otros libros desprendidos;
me pregunto por qué no arrancaron esa primera página. Agradezco que no lo
hicieran, claro. Pero me entristece pensar en M. Libros con las dedicatorias de
los propios escritores, con ilustraciones, dedicados por amantes, de padres a
hijas, amigas del alma, profesores. Ninguna relación, ninguno de los hilos
invisibles de Lindo, se tuvo en cuenta para no recibir los veinte céntimos a
cambio. Ninguna. Mis estantes están repletos de padres que no son los míos,
amigas que no fueron mis confidentes, amantes que no pensaron en que fuera yo
quien recibiera la emoción de esas páginas, escritores que no me tuvieron
delante ávida de su tiempo para mí. Páginas dedicadas por personas que no
fueron mis coincidencias, sino las de otros que decidieron no leerlos más.
¿Puede imaginar David que ese libro esté en otro estante con esa frase de M?
Cuesta de Moyano. Madrid, enero 2016. |
Las personas llegan a nuestras vidas y a veces se quedan. Algunas veces se van por su propio pie y otras somos nosotros quiénes las apartamos. Las dedicatorias también. De nada sirve arrancar las páginas, siguen ahí, como las personas.
ResponderEliminarTotalment d’acord amb el anònim!! De res serveix arrencar les pàgines!
ResponderEliminarSort que tu i jo no les arrenquem!!!
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