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lunes, 18 de marzo de 2019

Nunca preguntes por la historia real

“David, se puede decir sí…  y entrar al bosque.”
M. Junio de 2007.

Hace unos días me sorprendió esta dedicatoria en una visita a mi librería de viejo. No pude comprar el libro, me estremeció pensar en M. Imaginar a David. Siempre que rebusco entre libros de segunda mano me da por mirar su primera página, comprobar que efectivamente tuvieron otro lector. Otro lector que se desprendió de ellos, sin importarle por qué llegó a su lectura, sin importarle las manos que los pusieron en las suyas, sin importarle el lanzar al vacío un pedacito de su historia como si eso la borrara de manera definitiva. Y no, no se borra. Como dice Elvira Sastre en Días sin ti: “… el amor no termina, aunque la historia sí lo haga. De eso se trata: no de esquivar esos agujeros, sino de saber dónde se encuentran y seguir su camino sin miedo a ellos, es decir, aprender a vivir con los finales sin renunciar a otros principios.” Porque esquivar los agujeros es dejar la herida a la intemperie. ¿Tenía D la cicatriz aún blanda por M? Aunque tal vez sea mejor, como dijo Margaret Atwood, no preguntar nunca por la historia real.

El apego a las páginas, y a todo en general, para qué negarlo, me hace imposible desprenderme de aquello que no puedo olvidar cómo llegó a ser mío. Esté o no dedicada su primera página. Sé de quién viene, recuerdo el momento en qué llegó a mí, las palabras no dichas o sí, la mirada en la entrega, la complicidad. Aunque todo eso ya no exista. Quedó escrito, con fecha, con firma, con motivo, decisión y pensamiento. Coincido con Elvira Lindo en Noches sin dormir: “Me gusta entender la vida así, cosida por un hilo invisible que entrelaza relaciones caprichosas pero posibles, no forzadas por las fantasías a las que tan aficionados son algunos literatos sino basadas en coincidencias reales”. Las personas que aparecen lo hacen por alguna razón. Caprichoso destino, tal vez. Serendipia del camino, puede ser. ¿Dejó de ser importante M para David? ¿Dejó de tener sentido esa frase para él?

Cuesta de Moyano. Madrid, enero 2016.

En alguna ocasión he escrito sobre la sensación al llevar ropa de segunda mano. Es un poco similar pero, tal vez, menos intensa. Es cierto que otra percha ha vivido historias con ella, pero lo del libro dedicado implica la palabra, supone interpretar esas frases y poder darle realidad a ese momento, a esa relación, a la necesidad de que quedara escrito. Así, simulando los versos de Sara Herrera Peralta: “¿Hacia dónde van los gritos / del condenado, / el amor de una viuda / o el miedo / del autista?”. Me pregunto ¿hacia dónde van los libros abandonados, las historias que terminan o las palabras escritas en la primera página?

Cuando me doy de bruces con dedicatorias como esas, ya sin dueño, entre tantos otros libros desprendidos; me pregunto por qué no arrancaron esa primera página. Agradezco que no lo hicieran, claro. Pero me entristece pensar en M. Libros con las dedicatorias de los propios escritores, con ilustraciones, dedicados por amantes, de padres a hijas, amigas del alma, profesores. Ninguna relación, ninguno de los hilos invisibles de Lindo, se tuvo en cuenta para no recibir los veinte céntimos a cambio. Ninguna. Mis estantes están repletos de padres que no son los míos, amigas que no fueron mis confidentes, amantes que no pensaron en que fuera yo quien recibiera la emoción de esas páginas, escritores que no me tuvieron delante ávida de su tiempo para mí. Páginas dedicadas por personas que no fueron mis coincidencias, sino las de otros que decidieron no leerlos más. ¿Puede imaginar David que ese libro esté en otro estante con esa frase de M?


Cuesta de Moyano. Madrid, enero 2016.

3 comentarios:

  1. Las personas llegan a nuestras vidas y a veces se quedan. Algunas veces se van por su propio pie y otras somos nosotros quiénes las apartamos. Las dedicatorias también. De nada sirve arrancar las páginas, siguen ahí, como las personas.

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  2. Totalment d’acord amb el anònim!! De res serveix arrencar les pàgines!

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