formando un triángulo de
crema con la puerta
mientras me abrazas al mediodía.
La cazuela de barro
burbujeando salsa verde y pescado.
La sopa de cebolla
haciéndole los coros.
El gato con ansia de
caricias.
La mesa puesta.
La casa caliente.
(Y las ganas de llorar).”
Sonia San Román, Anillos
de Saturno.
Morella, abril 2019. Bajo el azote del viento. |
Cumplir años es un poco
como este poema de Sonia San Román. El abrazo al mediodía, la rutina de la
cazuela, los coros de la sopa, el gatito que reclama, sí, la casa caliente y
sí, las ganas de llorar. No solo le cae a una encima el peso del número, las
arrugas nuevas, las facciones marcadas. Ley de vida y la lucha de no parecer
nunca la edad que una tiene. Cae una doble losa, la del que no está, y otra más
poderosa, la del que no quiere estar.
Perdemos personajes por
enfermedad, por tragedia, por traslado que no es muerte pero es distancia.
Perdemos por desidia, por desinterés, por desamor. Perdemos por fuerza
explícita de no aparecer, sabiendo que permanecemos ahí. Que dedicamos el día a su
espera, que vuelan los minutos más intensos con las manos abiertas para acoger a los que no llegan, descartando los que sí porque no son los que faltan. Andrea
Köhler escribía en El tiempo regalado que "no es lo mismo esperar que tener
esperanza. La esperanza está del lado del futuro; la espera está atrapada en el
instante". La espera significa la continua presencia, el no perder de vista el
pensamiento de esa aparición. Tener presente todo el día al que no quiere
venir, regalar el tiempo justo al que no quiere regalar nada en el día de tu
cumpleaños. Irónica la vida, bromista, se carcajea ante la cazuela burbujeante.
Un día de primavera para
echar de menos. "Cómo de inevitables se vuelven las cosas cuando acaba el frío",
dijo Alba
Flores Robla. Cierto. Las últimas semanas de frío una se teje el Zorzal, con lana de
Finlandia que huele a oveja y a pasto una barbaridad. Se cree que deberá
esperar a la siguiente temporada y le sorprende ese viento invernal de abril.
El frío siempre vuelve, más a las destempladas, más a las que esperan. Por eso se hace necesario el tejer, el calentar las agujas y dar forma al
abrigo en forma de lana, de recuerdo de un cielo nórdico. Las madejas de lana Novita se convirtieron en este
Zorzal de Lisa Hannes,
para arropar lo inevitable cuando acaba el frío, para mediar en la espera, para
conseguir el abrazo del mediodía.
Se necesita la lana en
primavera, bajo un sol que ciega pero no calienta. Se exige a quién no aparece,
convirtiendo un día de dicha en la pesadumbre de la espera, porque siempre
deseamos al que no quiere soplar las velas. Luna Miguel dijo que el
duelo ahoga, la espera también. Porque ante la estampa de la cotidianidad, ante
el empeño para que la rutina haga de la sopa el plato principal, aparecen las
lágrimas. Nada nos importa hasta que
duele, o sí.
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