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lunes, 8 de febrero de 2021

Diario de confinamiento

#día451 #diariodeconfinamiento

Hoy ha hecho viento. He creído por un momento que, igual que Dorothy, iba a salir volando. Un aire agresivo. Tal cual el malo de la película que se hubiera despertado con ojos de furia y ganas de arrancarlo todo del suelo.

He pensado, como si la palabra misma me hubiera llevado a esas páginas, en la conferencia del cante jondo de García Lorca. ¡Qué cosas! Copio: “El viento es personaje que sale en los últimos momentos sentimentales, aparece como un gigante preocupado de derribar estrellas y disparar nebulosas, pero en ningún poema popular he visto que hable y consuele como en los nuestros.” Si Federico decía que el viento consuela, creeré que realmente ha venido para llevarse lo horrible de este lunes.

Termino el día con la canción “El mundo” de Love of lesbian sonando en mi móvil antes de apagar la luz. También habla del viento. Y del mundo, de lo absurdo y de saudade. Si en medio estamos tú y yo, dice…




#día456 #diariodeconfinamiento

Sábado remolón. Desde que me dijiste que el sexto día no tenía reloj, no miro ni la hora en que pongo el plato a la mesa. Me gusta despertar y estar en silencio en la cama. Sin moverme ni un milímetro. No saber si hay niebla o luce el sol.

Desde que se inició la pandemia las semanas me dejan exhausta. Más mental que física, mi cuerpo no reacciona. Quizá por eso me convenzo de los no-horarios los fines de semana. Por eso decidí no hacer la cama los festivos. Sería una buena idea, igual que hizo Annie Ernaux, fotografiar la cama todos esos días.

Recupero un fragmento de El uso de la foto: “Para una mujer, no hacer la cama en todo el día era considerado por el vecindario como la prueba misma de la dejadez, el indicio que no engaña de su incapacidad para llevar una casa y que la despreciaba a ojos de todos: atreverse a exhibir sin vergüenza las sábanas abiertas, arrugadas, con las manchas y las huellas de los cuerpos. Había que, a falta de sacudir vigorosamente por la ventana sábanas y mantas, ESTIRAR la cama, es decir, ocultarla.

Ocultar las huellas, los restos, los secretos. El recuerdo del porqué de cada pliegue que permanece cuando los cuerpos se mueven. Estirar bien la ropa para que no perdure la sombra de los abrazos. ¡Con lo que necesitamos esos abrazos ahora! La dejaría deshecha para siempre…



#día460 #diariodeconfinamiento

He visto en la televisión una noticia sobre el antiguo aeropuerto de Berlín. Recuerdo lo que me costó encontrarlo, pero la necesidad de verlo me urgía. Comprobar que era cierto que los berlineses disfrutaban ociosos allí. Viajar con la ofuscación (obsesión) de visitar un lugar sí o sí, aunque nadie más lo crea importante ni vital.

He vuelto a releer el Diario pinchado de Mercedes Halfon. No hace mucho que lo leí, escasas semanas. Pero he querido regresar a Berlín. Con su lectura paseé por sus calles unos días. Me sobrevolaba el olor de los desayunos. ¡Cómo vuelven los olores de los viajes!

Me paro en este párrafo de Halfon: “Estoy sola, como cuando aterricé en Berlín. Pienso en vos, como siempre. Como esas personas a las que amputan un brazo y lo siguen sintiendo.” Yo también dije esa frase hace muchos años. Es curioso que a veces percibimos el palpitar de aquello amputado. Incluso echamos de menos momentos que no hemos vivido. Mutilamos ilusiones y sueños. Ahora que lo pienso, nunca encontré el Tempelhofer Park. ¿Lo hubiéramos encontrado de haber ido juntos?


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