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lunes, 1 de febrero de 2021

Enero en los páramos

Enero ha sido un ir y venir de la Granja de los Tordos a Cumbres Borrascosas. Más que la cuesta de enero ha sido un Everest, oscuro y lastimero. Mientras leía las desventuras de Cathy y Heathcliff, parecía que arrastraba el libro camino a la casa lúgubre. Sentía el cielo rojo caer sobre mi cabeza y estiraba los brazos para ver si así llegaba con la punta de los dedos. Dijeron que el año nuevo sería distinto y ha ido acorde a la intensidad de Brontë. A mi intensidad, tal vez.

He recorrido los páramos atenta a sus sentencias y a sus sueños. Me repetía la idea de felicidad celestial de Cathy. Parecía tan sencillo solo ansiar esa imagen. “… mecerse en un árbol verde y lleno de susurros, con el viento del oeste soplando y brillantes nubes blancas volando presurosas por encima; y no solo alondras, sino también tordos, mirlos, pardillos y cucos, haciendo brotar su música por todos los lados, y los páramos viéndose a lo lejos, recortados por frescos y umbrosos sotos, pero muy cerca de ellos grandes oleadas de hierba alta ondulándose como las olas por la brisa, y bosques, y aguas cantarinas, y el mundo entero despierto y loco de alegría.

El mundo entero despierto y loco de alegría. Intentaba cerrar los ojos y escuchar esos pájaros. Pero de pronto volvía a asaltarme el temor, y no era Joseph que viniera malhumorado, era el frío, la borrasca que me sorprendía, que me impedía escribir aquí o terminar un libro. Me acosaba la imposibilidad de leer, de conciliar el sueño, de escribir dos líneas que no estuvieran llenas de miedo. Me perseguía la prolongación de la tristeza, la falta de abrazos, de besos cálidos, de paseos tranquilos.

Cielo rojo de enero 2021.

A menudo me conformaba con imaginar aquello que me daba placer. Ahora parece que es una urgencia para seguir viva, como Heathcliff debía recordarse el respirar y el latir del corazón cuando ella le faltaba. Y leía, antes de dejarlo también a medias, a Olga Novo que escribía, “y sonríes porque sabes / que todavía no has caído / definitivamente / en la curva melódica del silencio.” Porque sé que aún puede ser peor, que aún puedo no levantarme, que aún puede no verse ni una nube. Que todavía existe un mínimo ruido que nos mantiene en pie con los ojos vigilantes hacía arriba.

Quizá se trate de conformarse. De no esperar que los árboles susurren, sino tan solo que estén allá parados. De no escuchar a los pájaros, que se hayan quedado mudos, impertérritos al movimiento del cielo. María Gainza en El nervio óptico, citaba a Cézanne: “Lo grandioso acaba por cansar. Hay montañas que, cuando uno está delante, te hacen gritar ¡me cago en Dios! Pero para el día a día con un simple cerro hay de sobra.” Será eso, tendría razón el pintor, que para diario no nos hace falta más.

Cielo blanco de enero 2021.

2 comentarios:

  1. Què bé que has tornat!Ja en teníem mono...

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    1. Gràcies, bonica. A vegades ens hem de tornar a recol·locar ;)

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