“La calle estaba oscura y yo la contemplé en el abrazo que me dio, como los
ciegos que leen con el tacto.”
Vivir un abrazo sintiendo cada milímetro de contacto, grabando en la
memoria cada punto como si lo leyéramos en braille, como si imprimiéramos en
nuestra piel hasta el nivel del apretón, como si se quedara con nosotros la esencia de ese achuchón para siempre y todo lo que este significa en nuestra
historia. La importancia de los abrazos, cómo nos permiten conocer a la persona
que nos aprieta entre sus brazos, cómo nos impregnan de su olor, de su cariño,
cómo hablan sin articular palabra y nos lo dicen todo.
Rosa Chacel en Memorias de Leticia
Valle vuelve a los detalles más minuciosos. Analiza cada frase, cada
sentimiento y se queda con los aromas que describirán luego esos recuerdos.
Leticia deja su Valladolid natal para instalarse en el pueblo de Simancas junto a su
padre y a su tía. Debe aprender el nuevo ritmo de las cosas, reconocer y llegar a
querer el frío como si fuera un chorro de agua de colonia en la cabeza, adivinar
con la contemplación cuales son las pasiones que animan su alma. Qué cosas
producían en ella el temblor, qué hacía latirle el corazón como a un espía.
¡Qué! Descubrir qué situaciones le dan hasta dolor de garganta por no poder
tragarlas, asimilar el horror, el dolor, el miedo y ser capaz de rebajar el
sufrimiento a la categoría de costumbre. Porque el paso del tiempo cae como una
mole. Todo parece sencillo, como si estuviéramos habituados a batallar
constantemente. Ella escribe esa lucha disfrazada de facilidad, como si siempre
estuviéramos atentos a cada reflexión.
Leticia crece página a página en todos los sentidos. Recibe pensamientos
impropios para su edad, se enamora de quien no debiera, desea lo indecible…
crea refugios para su imaginación. Rosa Chacel nos adentra, una vez más, en una
novela totalmente mental e intimista. Nos regala las ideas de una niña que vive
una situación inesperada. Muchos son los lectores, los críticos, que afirman
que leer a la vallisoletana es convertirse en investigador. Nada es explícito,
no son páginas fáciles. Debes pensar, indagar, sospechar, imaginar. Por eso es
tan rico, porque aunque ofrezca descripciones magistrales, muchas veces no
describe realmente lo que se ve, si no lo que se piensa. Y tal vez, acabes la
novela y debas volver, parar, pensar qué ha pasado realmente. Chacel interactúa
excepcionalmente con el lector, le hace partícipe del suceso, haciendo
imposible transcribir ahora esos silencios necesarios en su lectura. Hay que
vivirla para entender lo que supone.
Terminar nuevas páginas de la escritora hace que el libro siguiente siempre
me parezca menor. Por eso una debe seguir bebiendo de la fuente que aún le
queda. De sus páginas que aún me esperan, porque tan solo ellas la deleitan a
una y le hacen disfrutar línea tras línea. Aprender de su mano a describir las
situaciones cotidianas con tanta intensidad, con la obligatoriedad de parar y
darle siempre la razón. Como apuntaba la pintora Maud
Lewis, “a través de la ventana la vida entera es un cuadro”. Solo hay que
estar ahí, atento, para pintarla, para escribirla, retenerla y vivirla con
la pasión que merece.
Me l'has de deixar!
ResponderEliminarCompta-hi!! El proper día te'l portoooo ❤
EliminarVale!!!
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