Duermo con las cenizas de Obi en la mesilla. El último
tomillo de mi tío en el salón. La boina de mi abuelo en el armario. No se van
del todo, nadie, nunca. Sientes su presencia en incontables momentos, en fechas concretas,
efemérides que compartías o simplemente te retornan por un olor que te los devuelve.
A ellos, a los muertos.
Chucherías en mano, pienso en los ositos de gominola que
cargaba mi abuela en los bolsillos de la bata. Cada vez que alguien me comenta
que estudiará filosofía, regresa mi primo y el impacto de perderlo sin llegar a
la treintena. El que me nombra un huerto me devuelve a mi otro tío y el
arreglar las tomateras y aparecer en casa llenita de picaduras de mosquito.
Siguen con nosotros, tal vez ellos no lo sepan, pero miles de pensamientos
siguen siendo para ellos, los muertos.
La que cuenta con más de una quincena de estos en su
vida, reconoce el peso del vacío, el hueco que deja cada despedida. Recuerda la
primera pérdida y la última. Recuerda cada llamada y su noticia. Recuerda la
voz emisora del otro lado, el desgarro se apodera de una con cada reminiscencia.
Sabe quien lo dijo, la hora, la manera, si fue por teléfono, si fue una visita
inesperada que la hizo salir de una clase de la facultad, si fue una mirada,
simplemente una mirada, a la que ella respondió con un “¿ya?”. Puede que olvide
la fecha exacta, pero no borrará nunca la sacudida del estómago, la sensación
de pérdida y de abandono.
Arbeca y al fondo los Pirineos. Enero 2018. |
"Se levantan los muertos.
Detrás la vida sigue.
¡Preparad la batalla!"
Tenía razón, siempre, Prados. Detrás de ellos la vida
sigue, no paramos aunque permanezcan aquí desdibujados. Les debemos el respeto,
el perdón por todo lo no entregado en vida como hubieran meritado. Por todo
ello exijámonos preparar la batalla como si ellos, los muertos, estuvieran
siguiendo nuestros pasos con su mirada.
Los Pirineos, allá a lo lejos. Enero 2018. |
M’ha agradat molt! Jo també tinc molt presents els neus morts. Son molt recents quasi tots em van agafar de gran i es un aprenentatge difícil de païr!
ResponderEliminarJo tenia 6 anys quan va morir la iaia, va ser la primera i no oblidaré mai com plorava la meva mare perquè havia perdut a la seva. Recordo que em va impactar tant aquella mort, paraula que vaig conèixer amb la iaia Maria, que van haver de buscar ajudar per a que ho aprengués a pair...
EliminarSé de que parles..... besitos bonica!!
EliminarTengo una foto de mi padre despidiéndose de mi madre ante su ataúd. Nunca los vi tan unidos como aquel día.
ResponderEliminarJamás he sentido tanto dolor como el día de su muerte. Cuanta razón. Probablemente sea por las veces que uno lo rememora, pero cierto es que recuerdo imágenes, palabras y sonidos. Y el dolor desde dentro. Desde lo más hondo y profundo.
Cinco años.
Como si fuera ayer.
Se nos quedan ahí grabados esos momentos, hasta la sensación y el nudo vuelven al recordarlos... Un abrazo, fuerte fuerte.
EliminarLa vida sense la mort no tindria tant sentit. Encara la valoraríem menys del que ho fem. Ells per a mi són vius... perquè la seva vida continua un trosset en mi. 💖
ResponderEliminarNo vol negar ningú el cicle de la vida, però això no vol dir que no faci mal no poder tenir-los. Hem d'aprendre a viure de manera diferent després de cada comiat... Una abraçada.
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