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lunes, 5 de agosto de 2019

La cantidad de presente

Cielo de agosto. Mi hibiscus '19.
Va creciendo el verano, diría Onetti. Nos ha volado julio como vuelan las flores del geranio y nos llenan el suelo de la terraza, así nos deben quedar sus recuerdos. Suena Edith Piaf. Cuando una es de ADN melancólico, o bien se pone flamenco, o a los lánguidos franceses. Tal vez sea cosa del grupo sanguíneo, tal vez el cielo casi blanco que nos saluda, tal vez el agostado julio que se fue sin despedirse.

Por delante semanas de cielos rasos, de tormentas de verano, de lecturas intensas, de pelo mojado y pecas por doquier. Podremos escribir nosotros mismos todo lo que pase, podremos leerlo con el tiempo, recuperar el verano del 2019. Pero… da que pensar que será tan solo nuestra visión, lo que ven únicamente nuestros ojos. Tras el curso sobre Rafael Alberti una se asombra de la necesidad de “la otra memoria”. Es imprescindible unir a La arboleda perdida, Memoria de la melancolía de María Teresa León. Es necesario conocer a Luis Buñuel, además de con Mi último suspiro, con las Memorias de una mujer sin piano de Jeanne Rucar. Es estremecedor re-conocer a Antonio Machado de la mano de su hermano José a través de las Últimas soledades del poeta Antonio Machado. Es obligatorio conocer a Idea Vilariño a través de Juan Carlos Onetti, y viceversa, y mediante Leila Guerriero diría que es vital. Vital la necesidad de que alguien desde fuera nos estudie, nos observe, nos viva.

Alguien que sepa que tendremos los pies fríos todo el verano, que nos gusta el helado de turrón, el verdejo y la lectura con la primera luz del día. Alguien que se adelante a cuándo nos llama la siesta, apretamos los dientes o lloramos por los que echamos de menos. Alguien que conozca con exactitud qué gritan nuestros ojos, que nos respete en silencio frente al mar o  que entienda la necesidad por los árboles llueva, diluvie o queme el sol. Alguien que, como dijo Alberti en Retornos de lo vivo lejano, no pierda detalle. “Qué consuelo sin nombre no perder la memoria / tener llenos los ojos de los tiempos pasados.” Tiempos pasados que vean otros ojos y dejen constancia de la historia de una. Alguien que ponga en tu corazón desnudo sus oídos, escuche el mar y aspire al mar que fluya de ti, como dijo el gaditano.

En Los adioses, Onetti afirma que “la existencia del pasado depende de la cantidad de presente que le demos”. Que nada permanece ni se repite, por eso necesitamos que quede constancia con más ojos que los nuestros. Que aquellos que queremos también estén atentos a otras historias que no sean las suyas, que le demos a la memoria su parte del presente. Que la mínima luz nos sirve, que cada pequeño detalle del ahora nos definirá en el futuro, que cada minuto será recordado como “Quelques rayons du ciel d'été / l'accordéon d'un marinier / l'espoir fleurit / au ciel de Paris”. Porque la esperanza florecerá siempre, como lo hicieron los geranios aunque ya no tengan flores.

2 comentarios:

  1. Desconocía por completo la cita de Onetti, pero cuánta razón tiene. Porque es verdad que nada permanece y se repite, pero nuestro pasado también va construyendo el presente, de nuestro pasado echamos mano y construimos con él.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Eso siempre, ¿qué sería de nosotros sin el pasado? Un abrazo ;)

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