Cielo de agosto. Mi hibiscus '19. |
Por delante semanas de
cielos rasos, de tormentas de verano, de lecturas intensas, de pelo mojado y
pecas por doquier. Podremos escribir nosotros mismos todo lo que pase, podremos
leerlo con el tiempo, recuperar el verano del 2019. Pero… da que pensar que
será tan solo nuestra visión, lo que ven únicamente nuestros ojos. Tras el
curso sobre Rafael
Alberti una se asombra de la necesidad de “la otra memoria”. Es
imprescindible unir a La
arboleda perdida, Memoria
de la melancolía de María
Teresa León. Es necesario conocer a Luis
Buñuel, además de con Mi
último suspiro, con las Memorias
de una mujer sin piano de Jeanne
Rucar. Es estremecedor re-conocer a Antonio Machado de la mano de su hermano José a través de las Últimas soledades del poeta Antonio Machado. Es obligatorio conocer a Idea Vilariño
a través de Juan Carlos Onetti, y viceversa, y mediante Leila Guerriero
diría que es vital. Vital la necesidad de que alguien desde fuera nos estudie,
nos observe, nos viva.
Alguien que sepa que
tendremos los pies fríos todo el verano, que nos gusta el helado de turrón, el
verdejo y la lectura con la primera luz del día. Alguien que se adelante a
cuándo nos llama la siesta, apretamos los dientes o lloramos por los que
echamos de menos. Alguien que conozca con exactitud qué gritan nuestros ojos,
que nos respete en silencio frente al mar o que entienda la necesidad por los árboles
llueva, diluvie o queme el sol. Alguien que, como dijo Alberti en Retornos
de lo vivo lejano, no pierda detalle. “Qué consuelo sin nombre no perder la
memoria / tener llenos los ojos de los tiempos pasados.” Tiempos pasados que
vean otros ojos y dejen constancia de la historia de una. Alguien que ponga en
tu corazón desnudo sus oídos, escuche el mar y aspire al mar que fluya de ti,
como dijo el gaditano.
En Los adioses, Onetti afirma que “la existencia
del pasado depende de la cantidad de presente que le demos”. Que nada permanece
ni se repite, por eso necesitamos que quede constancia con más ojos que los
nuestros. Que aquellos que queremos también estén atentos a otras historias que
no sean las suyas, que le demos a la memoria su parte del presente. Que la
mínima luz nos sirve, que cada pequeño detalle del ahora nos definirá en el
futuro, que cada minuto será recordado como “Quelques rayons du ciel d'été / l'accordéon
d'un marinier / l'espoir fleurit / au ciel de Paris”. Porque la esperanza florecerá
siempre, como lo hicieron los geranios aunque ya no tengan flores.
Desconocía por completo la cita de Onetti, pero cuánta razón tiene. Porque es verdad que nada permanece y se repite, pero nuestro pasado también va construyendo el presente, de nuestro pasado echamos mano y construimos con él.
ResponderEliminarUn saludo.
Eso siempre, ¿qué sería de nosotros sin el pasado? Un abrazo ;)
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