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lunes, 21 de agosto de 2017

GarGar Festival


Louise Bourgeois decía que los artistas trabajan por una razón que nadie puede realmente traspasar, que tal vez busquen reconstruir alguna cosa de su pasado. Así lo recoge el libro Destruction du père. Recontruction du père. Ecrits e entretiens 1923-2000, como explica Sara Herrera Peralta en Arroz Montevideo. El arte tiene como objetivo reparar el dolor, demostrar la felicidad o el recuerdo; pero siempre tiene intrínseca la representación de la emoción.

Queremos pensar que ese arte urbano que podemos encontrar alrededor del mundo tiene, en su resultado, en su proceso, una intención para el artista. Representa para él una evolución necesaria que debe ser plasmada en una escultura, pintura o la manifestación artística que requiera. Y de la misma manera que para él tiene un significado lo acabará teniendo también para nosotros, los ojos que lo miran. De esa manera se convierte en algo más que una simple representación, es algo que nos habla y, lo más importante, que nos habla de nosotros mismos. Como decía Andy Warhol: “Toda pintura es un hecho: las pinturas están cargadas con su propia presencia” Tienen vida propia, hay que interactuar con ellas. ¡Vivámoslas!




Igual que Bourgeois con sus arañas gigantes, representando a su madre, los artistas urbanos quieren dejar su huella para compartir esa andanza con las gentes. Eso encontramos en Penelles. Este rinconcito rural de la Noguera se rinde ante el pincel y deja que sus calles se llenen de arte. Tras cada esquina hay una sorpresa por descubrir, un mural completamente distinto al anterior. GarGar se trata de un festival que nació hace dos años y que cede su espacio a ilustradores de medio mundo. Ellos escampan su color por las fachadas, no solo para decorar, sino para atraer a la gente y que conozca el porqué de esos dibujos. Parte de su pasado, de su futuro tal vez, queda plasmado e imborrable en esas paredes.

Pasear por allí, mapa en mano, tiene un encanto tan particular que lo convierte en un museo al aire libre. Vas resiguiendo número a número cada una de las obras y no dejas de quedarte boquiabierto. Ya tienen más de cincuenta. Encontrar zorros embaldosados, yunques a través del verde de los campos, ovejas con móvil o gatos en combate de 90 m2. Es imposible no maravillarse. No enamorarse debería estar prohibido. Están empezando ya con los murales del 2018, aún les queda espacio, arte por repartir… y llaman a gritos que os acerquéis a disfrutarlo. Puede que allí encontréis el vuestro, el que os identifica, el que os hace sentir que ha sido creado también para vosotros. Porque no se trata de pintar la vida, se trata de hacer viva la pintura. Paul Cezanne así lo afirmaba y siempre hay que creer a los maestros. 




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