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lunes, 18 de mayo de 2020

El paisaje se queda


Escuchaba ayer a Bernardo Atxaga charlar en la Nollegiu y decía que él tan solo concibe la poesía con el paisaje, con la geografía que le rodea, con la importancia del donde se está y lo que dicta su cielo. Me reía, ¡si me hubiera visto!, cuando contó que su madre una vez lo despertó a las cinco de la mañana para ver nevar por la ventana. La gente que me conoce de verdad sabe de la importancia del territorio y de mi diálogo constante con el cielo. También es importante para Atxaga, coincidencias de esas que nos descubre la literatura.

Encerrados como llevamos 67 días, pensamos en la gente, sí. Pero también recordamos paisajes que nos arropan, que nos hacen pensar en ese apego a un lugar, en esa necesidad de regresar. Salimos a caminar como si descubriéramos el mundo, como si hubieran puesto las flores ahí para nosotros, como si el cielo cambiara de color para hablarnos a cada paso que damos. Siempre es José Antonio Muñoz Rojas el que nos recuerda que todo es hermoso si paramos a mirar. Solo si paramos a mirar. “Y este manzano joven, aún sin hojas, que de pronto se ha puesto a dar flor y que parece un candelabro de flores, y que nos ha detenido hoy largo rato en nuestro paseo haciendo que nos preguntemos,  cómo es posible tanta hermosura en tan poco lugar.” Se trata de eso. De estar atentos, de no perder lo que surge, de apreciar a cada metro que avanzamos lo que se nos brinda. Los regalos que están ahí afuera.

El cielo, sábado 16 de mayo de 2020.

Anhelamos regresar a los lugares que en algún momento tuvieron su significado. Creemos que el espacio sigue siendo el mismo, pero tal no vez no nos hable de igual manera. Mascha Kaléko afirmaba que “el paisaje se queda, en tanto nuestro tren / deja atrás esas millas que ha medido.” El campo, las calles, el cielo; pueden manifestarse intactos, pero nosotros somos otros. Distintos de los que los vivieron la última vez. Deberemos aprender y, sobre todo, redescubrir qué sentimos ahora en ellos. En los paisajes,  y quizá, también en las personas. Crear nuevos apegos. Dar valor a todo lo que hemos añorado día tras día porque eso forma ahora nuestro paisaje, el que vemos desde el tren con el miedo a que no vuelva.

Regresaremos a cada rincón que antaño nos era necesario. Reubicaremos su importancia en el nuevo mapa. Su necesidad entre lo esencial tras lo ocurrido. Viajaremos hacia esos parajes con la esperanza de que nos devuelvan todo lo que creemos perdido, que nos retornen a todos los que nos son vitales. Recordaremos las palabras de Hannah Arendt, “Incesantemente nos aparta la vida de aquello / que hace apenas un momento estaba a las puertas / con todas sus energías. / Incesantemente se acerrojan puertas y se hunden / puentes / en el flujo de la corriente apenas los tocas con el / pie.” Lo que estaba ahí mismo hace apenas un momento, 67 días, cambia aunque permanezcan las ganas, la ilusión o la necesidad. Puede que ya no sea el mismo lugar, pero queda lo que nos hizo vivir, aquello que era urgencia y era raíz y lo era todo. Que la corriente nos lleve de nuevo, estirad bien el pie.

El cielo, diez minutos después, sábado 16 de mayo de 2020.


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